Siguiendo con la disponibilidad de tiempo que presta el confinamiento, sigo con la tónica de ver películas que, por un motivo y otro tenía pendientes. En este caso le ha tocado a la película que le reportó el Oscar a Buñuel (ocasión que el de Calanda no desperdició para escandalizar y quedarse con toda la prensa norteamericana):"El discreto encanto de la burguesía".


La película cuenta la sucesión de problemas que se le van planteando a un grupo de gente de la alta burguesía parisina que intenta una y otra de vez de manera infructuosa llevar a cabo una cena. Y eso sería todo, pero tratandose de este director, siempre va a haber más que la premisa de partida.
Porque aquí está Buñuel de nuevo lidiando con el tema que preside en última instancia todo su cine: la frustación humana en general, y de la burguesía en particular. Pero en esta ocasión lo hace llevando al máximo el retorcido sentido del humor que siempre impregnaba sus películas, para acabar convirtiendose en una comedia (por lo menos yo me descubrí carcajeandome varias veces, y mira que la vi solo, y eso no me pasó ni una sola vez viendo "La fiera de mi niña", que también la recuperé hace poco...). La comicidad en este
caso nace del absurdo que preside toda la cinta: resulta literalmente imposible adivinar que te vas a encontrar en el minuto siguiente de la película, con una sucesión situaciones a cual más delirante: un restaurante en el que se está celebrando un velatorio, pero que pese a ello sigue sirviendo cenas, aunque a los clientes les termina por dar aprensión y se marchan; una pareja de adinerados burgueses dueños de una inmensa casa de campo, que para tener sexo sin ser molestados tienen que irse a escondidas al jardín; un grupo de damas burguesas que no consiguen que en una cafetería les sirvan ni té, ni café, ni chocolate, ni infusiones, ¡¡ni agua!!; o ese obispo que ansía ser unicamente un jardinero; o la descacharrante aparición del ejército... Todo ello envuelto en sueños dentro de sueños, salidas de tono, derivaciones narrativas arbitrarias que no parecen llevar a ninguna parte, rupturas abruptas del espacio y el tiempo, fantasmas...
Sin embargo, la gran capacidad narrativa de Buñuel, que fue capaz de hace comprensibles (porque lo
son y con esto no quiero tirarme el rollo de listillo...) hasta a sus cortometrajes más surrealistas, hace que esas situaciones no se queden en el chascarrillo: las hace verosimiles y hasta cierto punto terroríficas. La gente que conozca los trabajos más crípticos de David Lynch creo que será capaz de entender esto que parece contradictorio. Hasta sus trabajos más alejados de la realidad, son más inteligibles de lo que parece a primera vista (vease esa reflexión sobre el miedo a la paternidad que es "cabeza borradora", o el celebérrimo capítulo octavo de la tercera temporada de "Twin Peaks", que recurre a toda la vanguardia artística de los últimos 100 años, pero que deja claro lo que quería explicar cuando acaba), gracias a que son una narradores consumados. Y si uno se pierde en un momento dado, lo único que hay que hacer es dejarse llevar por lo que te están mostrando, y la propia ficción te reconducirá a donde el autor quiera.
Una lástima que hasta ahora no la hubiera visto porque la he disfrutado mucho. No es quizás mi favorita entre sus películas, pero desde luego tiene dentro mucho cine. Y ahora que estamos con el confinamiento, lo mismo me atrevo a recuperar algún día "El angel exterminador", que viene como anillo al dedo a lo que estamos viviendo.
caso nace del absurdo que preside toda la cinta: resulta literalmente imposible adivinar que te vas a encontrar en el minuto siguiente de la película, con una sucesión situaciones a cual más delirante: un restaurante en el que se está celebrando un velatorio, pero que pese a ello sigue sirviendo cenas, aunque a los clientes les termina por dar aprensión y se marchan; una pareja de adinerados burgueses dueños de una inmensa casa de campo, que para tener sexo sin ser molestados tienen que irse a escondidas al jardín; un grupo de damas burguesas que no consiguen que en una cafetería les sirvan ni té, ni café, ni chocolate, ni infusiones, ¡¡ni agua!!; o ese obispo que ansía ser unicamente un jardinero; o la descacharrante aparición del ejército... Todo ello envuelto en sueños dentro de sueños, salidas de tono, derivaciones narrativas arbitrarias que no parecen llevar a ninguna parte, rupturas abruptas del espacio y el tiempo, fantasmas...

son y con esto no quiero tirarme el rollo de listillo...) hasta a sus cortometrajes más surrealistas, hace que esas situaciones no se queden en el chascarrillo: las hace verosimiles y hasta cierto punto terroríficas. La gente que conozca los trabajos más crípticos de David Lynch creo que será capaz de entender esto que parece contradictorio. Hasta sus trabajos más alejados de la realidad, son más inteligibles de lo que parece a primera vista (vease esa reflexión sobre el miedo a la paternidad que es "cabeza borradora", o el celebérrimo capítulo octavo de la tercera temporada de "Twin Peaks", que recurre a toda la vanguardia artística de los últimos 100 años, pero que deja claro lo que quería explicar cuando acaba), gracias a que son una narradores consumados. Y si uno se pierde en un momento dado, lo único que hay que hacer es dejarse llevar por lo que te están mostrando, y la propia ficción te reconducirá a donde el autor quiera.
Una lástima que hasta ahora no la hubiera visto porque la he disfrutado mucho. No es quizás mi favorita entre sus películas, pero desde luego tiene dentro mucho cine. Y ahora que estamos con el confinamiento, lo mismo me atrevo a recuperar algún día "El angel exterminador", que viene como anillo al dedo a lo que estamos viviendo.