miércoles, 31 de agosto de 2016

Perdida en la desmemoria.

La desmemoriada pez cirujano Dory ya instalada con sus amigos Nemo y Marlin, recibe un fogonazo de memoria en el que recuerda a sus padres. Decicida a encontrarlos, convence a sus amigos para que la acompañen hasta el Instituto Oceanográfico en que se crio, donde intentará encontrar a sus padres y recuperar su memoria.
Lo primero de todo aclarar que voy a intentar sacar este blog del letargo en el que lleva sumido hace dos meses. El solape de vacaciones y ocupaciones mundanas están haciendo mella en la actualización de este blog. Y me da mucha rabia, por eso espero que con esta entrada y otra que tengo conciendose consiga volver a activarlo un poco.
Tras estos instantes informativos, vamos con la película en cuestión.
No era tarea fácil acometer la secuela de "Buscando a Nemo", una de las mejores películas de animación de las últimas décadas. Y los autores lo sabían, tanto que el principal artifice, el genial Andrew Stanton, se ha dado la friolera de 13 años para hacerlo. Aunque si a uno le da por pensar mal puede ser que tuviera algo qu ver el hostión (recaudó en USA 70 millones de dolares sobre un presupuesto rumoreado de 300...) que se pegó en taquilla su debut en imagen real "John Carter", que una vez vista, desde luego no era una obra maestra, pero que merecía mejor suerte de la que tuvo... Pero dejemos de lado cotilleos y demás y vamos con "Buscando a Dory".

Como decía, era complicado, no ya superar, sino igualar la anterior película, y para mí, no lo han logrado, lo que no quita para que de todas maneras hayan conseguido una estupenda película.

¿Porque no lo han logrado? Pues principalmente porque han repetido la misma estructura que la película previa: van narrando de manera alterna la búsqueda por parte de Dory de sus padres y la de Dory por parte de Marlin y Nemo. Y si bien en "Buscando a Nemo" esto funcionaba a las mil maravillas porque las historias tanto de Nemo como de Marlin eran igual de potentes, aquí las dos tramas no tienen la misma fuerza y la película se resiente: aunque están muy lejos de ser un desastre, las partes que nos muestran los intentos de Marlin y Nemo de encontrar a Dory, desmerecen ante la odisea de la entrañable pez cirujano amnésica para conocer sus orígenes. Tampoco juega a favor de la película el hecho de que durante los primeros compases "Buscando a Dory" se muestre demasiado supeditada a su precedente, con la aparición en idénticas situaciones de personajes, por lo demás entrañables, como las tortugas o el profesor Raya.
Sin embargo todo esto se perdona gracias a que en el balance final, los aciertos pesan bastante más.
El primero y más grande de ellos, es la creación del que, desde ya, es uno de mis personajes favoritos de la Pixar, el pulpo Hank. Este personaje, que arrastra un pasado que no se revela en ningún momento, pero que seguramente no fue nada fácil (la amputación de uno de sus tentáculos y su afán de acabar su vida en un acuario lejos de toda incertidumbre y libertad así lo aseguran...), sufre el arco dramático más interesante de la película. Pero es que además se trata de un auténtico prodigio de animación: se me ocurren pocos movimientos más complejos de crear que  esinuoso baile
de los tentáculos de los cefalópodos, pero la labor de los profesionales de la Pixar es tal que no hay un momento en que una postura forzada o un tentáculo artificioso saquen al espectador de la película. Aunque siendo justos hay que reconocer que no es este el único personaje de nuevo cuño reseñable, como demuestran la orca cegata, el padre de Dory, llamado Charlie, que es un pez ¡¡¡con calvicie!!! o la beluga que psicosomatiza la incapacidad de usar su sonar. Pero si me tengo que quedar con alguno, sería con la delirante pájaro Becky, que parece recien salida de un película de Mizayaki.

Además de en cuanto a concepción, Pixar en general y Stanton en particular continuan brillando en la narrativa y puesta en escena: los flashbacks de Dory están perfectamente integrados en la trama y consiguen sortear la sensación de repetición; se exprime hasta la última gota las posibilidades que ofrecen espacios como el estanque de contacto con los niños (en la escena más subresiva de película) o la furgoneta; los momentos emotivos logran emocionar sin caer en el sentimentalismo; y la secuencia final, con su quietud, supone un cierre perfecto para estos personajes. Y no puedo cerrar esta entrada sin reconocer la magnífica labor que lleva a cabo de nuevo Anabel Alonso dando voz a Dory (sirva de homenaje el poner el trailer doblado en lugar de la versión original, como suelo hacer).

Una grandísima película, que sin llegar a igualarla, supone un continuación más que digna. Ojala el resto de las secuelas que planean en el estudio del flexo sigan con este nivel.