viernes, 26 de mayo de 2017

Sin bajar (casi) la guardia.



Los Guardianes de la Galaxia disfrutan de fama intergaláctica tras su victoria sobre Ronan, siendo muy demandados para resolver cualquier tipo de entuertos. Mientras intentan proteger al planeta de la raza de los Soberanos, las cosas se tuercen y acabarán cruzandose con Ego, el hasta ahora desconocido padre de Starlord.

Como ya he reflejado siempre que he tenido ocasión, "Guardianes de la galaxia" me parece lo mejor que ha salido del universo cinematográfico Marvel: irreverencia, humor, aventura y emoción como nunca se ha visto en las películas del estudio, todo ello además mezclado por un hombre proveniente del cine trash. El resultado no solo me fascinó a mí, sino a (casi) todos los espectadores del mundo, por eso el regreso del quinteto era esperado como agua de Mayo. Pero todos sabemos lo malo que es tener muchas expectativas...

El volumen 2 del título de esta secuela, podía haber sido un mero chiste referencial, pero una vez vista la cinta, queda totalmente justificado, ya que la película es enormemente continuista. Ya de primeras un cartel pone al tanto de que la acción trascurre solo 3 meses después y la situación de todos los personajes es basicamente la misma: no hay elipsis ni cambio en las personalidades y la dinámica de los personajes, algo bastante extendido en las franquicias cinematográficas desde el inicio de los tiempos. Esto es toda una declaración de intenciones por parte de Gunn, dejando claro que no quiere escatimar ni dejar a la imaginación nada de la evolución de sus personajes. Este amor por sus criaturas se nota en la gran cantidad de tiempo (casi todo el segundo acto) que dedica a justificar sus acciones y hacer que tengan alma, y a intentar (y casi siempre lograr) que el espectador empatice con ellos. Y ciertamente esto proporciona a la película sus momentos más destacados, con ese maravilloso final acompañado por
Cat Stevens. Otros momentos de relaciones que funcionan particularmente bien son todos los que involucran a Mantis (el descubrimiento de la película, tanto el personaje, mucho más carismático aquí que en los tebeos, como la interprete, Pom Klementieff), especialmente cuando interactua con Drax (otro personaje que se beneficia mucho de su interprete, un Dave Batista en continua mejora). En cambio, se sienten un tanto forzadas todas las secuencias relativas a Gamora, tanto en relación con su hermana como, sobre todo con Starlord: ninguna de ellas logra la emoción pretendida. Funcionan mucho mejor las tramas familiares que las románticas.
En el manejo del humor también la película se mantiene continuista, aunque quizás este sea el aspecto en el que "Guardianes de la Galaxia Vol. 2" palidezca un poco respecto al original. No sé si Gunn se habrá crecido, y habrá confiado en exceso en capacidad de humor, pero en esta película a pesar de que hay algunos gags buenísimos, como la excelente secuencia de créditos, que consigue cachondearse la regla no escrita de set piece espectacular de inicio a la vez que la cumple, todas las secuencias que involucran a Baby Groot, o los ya citados momentos que comparten Mantis y Drax. Hay en cambio otros momentos en los que los gags se alargan demasiado, o son directamente prescindibles. Aun así ese exceso de gags, no impide que la película brinde una
reflexión sobre la familia de todo menos tradicional, idea poco esperada del tantas veces criticado de blando cine de superheroes yanqui, que además que la emparenta con el cine de Clint Eastwood (vease "Un mundo perfecto", "Gran Torino" o "Million Dollar Baby"): la familia la forman aquellos  que aunque te enfurezcan, te quieren y te cuidan; a veces te acompañan desde el nacimiento y otras los vas encontrando a lo largo de la vida. Además esa idea un tanto pesimista sobre el tener descendencia como medio para alejar a la muerte, aunque no sea nueva, está bien introducida y planteada y llevada al extremo. El que quiera verlo que lo vea.

Las secuencias de acción están en general muy bien resueltas, con el justo punto entre humor y suspense. Hay momentos que funcionan a las mil maravillas, como la secuencia del motian y la flecha de Yondu, o el enfrentamiento final, Pac-Man incluido, aunque haya otros en el que lo grotesco se apodera en exceso de la pantalla, como el momento de Gamora con el cañón gigante, totalmente prescindible. Unido con este exceso, va también el diseño de producción, ya que pese a todo el dinero invertido, huye en todo momento de la estética de pulcritud extrema y de espacios diáfanos preponderante hoy en día, llenando los fondos de cosas, casi siempre en desorden, lo que le da una pátina de autenticidad a todos los mundos sea interiores (la nave de los contrabandistas) o planeta idílicos (el planeta de Ego). Aquí aflora la faceta más trasht de James Gunn, ya que los mundos ideados para esta saga están más cerca del planeta Asturias de "Acción mutante" que de "2001. Una odisea en el espacio". La película va más allá, relacionando lo aureo y armonioso con lo negativo a través de los repelentes Soberanos. Esto, en los tiempos del minimalismo impuesto por Apple y demás, es más de agradecer que nunca.

La posición privilegiada en la que quedó Gunn tras el éxito a todos los niveles, se hace notar en todo momento, ya que se trata de una película bastante libre y desprejuiciada. Sin embargo, en algún momento aislado, la película se hubiera beneficiado de algo más de contención y concisión: vease la alargadísima y prescindible secuencia del motín, que no aporta nada y se podía haber resuelto en bastante menos tiempos.

De cualquier manera, aunque uno salga no salga de la sala con la misma sensación de éxtasis que te acompañaba tras la primera película (el efecto sorpresa de aquella fue un factor muy importante), es una más que digna continuación. Que vengan más entregas.





viernes, 12 de mayo de 2017

Garrafón.


Una mañana cualquiera en Madrid. En un bar cualquiera, los parroquianos habituales y algunos que no lo son apuran sus consumiciones. Sin embargo, cuando uno de ellos sea abatido de un balazo al salir del bar, todo dará un vuelco.


Varias veces he reiterado mi amor por el cineasta bilbaino, y su importancia capital, por lo menos en lo que a mi generación respecta, en hacer que, con la magistral "El día de la bestia", viéramos el cine español como una cinematografía capaz de ir más alla de la comedia más o menos gruesa y los dramas histórico-panfletarios según la corriente política de turno. En mi caso, me hizo además descubrir mucho cine español que él reivindicaba en cuanto tenía ocasión, que me ha servido para descubrir auténticas maravillas y mostrarme que había mucho más de lo que parecía.

A lo largo de los años su cine habrá podido ser acusado de cualquier cosa (irregular, excesivo, incapaz de dar finales redondos...) pero siempre ha mostrado brío. Por eso me ha resultado particularmente decepcionante este "El Bar". Todo lo que perfila su cine está: un punto de partida explosivo, la obsesión por ambientar las historias en espacios cerrados, personajes que sacan lo peor (algunas, pocas, veces lo mejor) en situaciones extremas, el humor negro a medio camino entre el costumbrismo y la caricatura... Pero no está lo más importante: la pasión. Pese a que algunos de sus guiones tuvieran sus más y sus menos, la convicción con la que el realizador bilbaíno  rueda, logra que sus películas, aunque imperfectas, sean casi siempre interesantes. Aquí no. En sus mejores momentos, la película ofrece corrección (aunque podría ser sido filmada por cualquier artesano competente de esta o cualquier cinematografía) y en los peores, bordea peligrosamente lo tedioso, como ocurre en el alargadísimo tramo final, lleno a demás de agujeros de guión, que se hacen en este trabajo más evidentes que nunca.

No se saca provecho al punto de partida, una suerte de traslación de "La Niebla" (el libro de King y la película de Darabont) a la sociedad ibérica, algo a priori óptimo para que de la Iglesia pudiera desplegar todo su arsenal. Pues es una oportunidad perdida, porque el componente fantástico/paranoico de la trama queda del todo olvidado a partir de la mitad de la película (y esto daba para mucho a poco que se lo hubieran trabajado...), ni tampoco la caricatura de nuestra sociedad resulta tan brutalmente certera como las que realizó en "La comunidad", "Crimen Ferpecto" o "Muertos de risa".

Si acaso alguien salva (parcialmente) la función son los actores. Porque aunque lo primero que viene a la mente a la hora de pensar en  Alex de la Iglesia sea su humor descarnado y salvaje, su ausencia de complejos a la hora de encarar cualquier género y  su gran manejo de las secuencias de suspense y de acción, la gente parece olvidar lo bueno que es eligiendo y dirigiendo actores. El fue uno de los pioneros a la hora configurar repartos que hacían coincidir a figuras emergentes con actores consagrados/semirretirados, algo que con los años se convirtió casi en una constante en cualquier película española. Pero es que además es capaz de exprimir a sus interpretes para hasta lograr de ellos sus mejores trabajos: vease como logró las mejores interpretaciones de la carrera de gente como Sancho Gracia, Hugo Silva, Mario Casas, Carlos Areces, Raphael o Blanca Suarez.

Este año Alex de la  Iglesia estrena película de nuevo, un remake de una película italiana auspiciado por Mediaset. Crucemos los dedos para que este "El Bar" haya sido un tropezón aislado.