viernes, 30 de octubre de 2015

Cuento de terror victoriano.


Edith Cushing es la hija de un rico empresario viudo en el Nueva York de finales del siglo XIX. Ante su padre se presentará para pedir financiación para explotar las minas de su familia Sir Thomas Sharpe, un noble británico venido a menos. Edith se enamora de él y aunque su padre rechaza la relación el azar hará que acaben casandose y residiendo en la mansión de la familia Sharpe, ahora abandonada a excepción de la pareja y la enigmática hermana de Sharpe, Lucille.

Como queda claro al leer la premisa de la película, en este caso del Toro ha realizado un trabajo que le permite mostrar su amor por la novela victoriana de terror (con Poe, Dickens y James a la cabeza), y por las películas de terror gótico de gran factura, como "Rebeca", "Suspense", el cine de la Hammer (atención al apellido de la protagonista...), el cine de Mario Bava (toda una influencia en "La Cumbre Escarlata" en lo relativo al uso del color) o "The Haunting", todo ello pasado por su punto de vista y sus particulares obsesiones.

A nada que se conozca un poco el trabajo y la personalidad de Guillermo del Toro (que el mismo se encarga de mostrar abiertamente en las frecuentes entrevistas que concede y en las que da la impresión de ser un hombre encantador, además de uno de los mayores freakies del mundo...) queda claro que adora los objetos. Tanto fuera de la pantalla (el mismo reconoce ser un coleccionista que ralla el fetichismo...), como dentro de ella. Los objetos siempre han sido una parte muy importante en su cine, y son tratados como entres con personalidad que condicionan el destino de los personajes: el artefacto mágico de "Cronos", espoleta de toda la trama; la bomba de "El espinazo del diablo", que deviene casi en totem y mudo observador de todos los secretos que alberga el internado; los robots de "Pacific Rim", con esos pistones, cables y
válvulas que se tensan como si fueran músculos... En este caso lleva esta tendencia a un paso más allá hasta el punto de que un objeto, una mansión aquí, es uno de los protagonistas principales de la película y lo que le da nombre. del Toro hace que la casa aúlle y respire, que sangre (literalmente además) y que se retuerza de dolor. Y por supuesto marca a fuego el destino de los personajes. Y además de la casa hay diseminadas a lo largo del metraje otros objetos retratados como seres vivos, como el autómata que construyó en su niñez o la maquina excavadora para extraer mineral... Todo esto como es lógico queda plasmado en la película con un diseño de producción exquisito y de corte expresionista, fotografíado con su habitual estilo entre preciosista y alucinado por el cinematógrafo habitual de Guillermo del Toro, Guillermo Navarro.

A pesar de todo el esfuerzo volcado en el aspecto de la película, el realizador y su coguionista Matthew Robbins, logran un guión, que aun con sus fallos (ese tercer acto un tanto alocado y forzado, que se mantiene solo gracias a la labor de los interpretes...) consiguen insuflar vida y pasión a los personajes, y que estos no devengan en maniquies que se desplazan por un decorado exquisito, lo que por ejemplo hundía la versión de Coppola de "Dracula". El guión además se articula en torno a la misma idea que sustentaba la estupenda "El espinazo del diablo" (y también en parte la reivindicable "Mamá", producida por él): que los fantasmas no son sino memorias atormentadas de los lugares en que se aparecen. No son ectoplasmas ni seres vengativos, sino improntas de lo ocurrido. Por eso mismo, el componente sobrenatural de la trama podría ser practicamente cercenado (aunque afortunadamente eso no ocurra) y la historia casi ni se resentiría. Y como en el primer trabajo de del Toro en España, lo que al final queda como el verdadero detonante de la trama son las turbulentas pasiones humanas: hay que temer mucho más a los vivos que a los muertos.

Pero cuidado, todos estos méritos de la película no quitan para que haya que reconocer que en último acto, el guión se salga un poco de madre, con cambios repentinos e inexplicables en los personajes. Si en este tramo la cinta logra esquivar el ridículo es por la potencia que del Toro imprime a la puesta en escena con imágenes y momentos que perduran en la memoria del espectador (como el uso más perverso de una nana que puedo recordar...) y a la excelente labor de Jessica Chastain, que se merienda a todos sus compañeros de reparto y saca chispas a su personaje.

A pesar de todos los fallos, la película cumple su promesa y ofrece un entretenidísimo y vistoso cuento de terror victoriano. del Toro ha vuelto a lograr lo que quería. Que siga así.


domingo, 18 de octubre de 2015

Involución


En un pueblo de Minnesota en 1990 una joven denuncia haber sido violada por su padre en el contexto de ceremonias de corte satánico. La investigación que llevará a cabo el policía Bruce Kenner destapara una supuesta trama con todo tipo de implicaciones.

Una de las películas más esperadas por el público era el regreso de Amenabar al cine tras seis años de ausencia. El realizador chileno ha optado en este caso por el  thriller, género al que pertenece la que a día de hoy me sigue pareciendo su mejor y más honesta película, "Tesis". Puede ser que tras los palos que se llevó "Agora", (cinta que a día de hoy aun no he sacado valor para ver después de ese espanto que fue "Mar adentro"...), haya decidido jugar sobre seguro y volver al género con el que se hizo un nombre en el cine español allá por los fecundos 90 del siglo pasado. Una maniobra comprensible y respetable, muchas veces vista a lo largo de la historia del cine, siendo uno de las últimos casos el de Shyamalan y su (afortunada) "La visita". Hasta aquí ningún problema en si mismo. El problema es que, como si la "Regresión" del título se hubiera apoderado del director, el resultado ha sido un ejemplo bastante rutinario de lo que también en los 90 se dio en llamar thriller psicológico, género que aunque aun nos hace pasar muy buenos ratos, dio también para auténticas castañas. Para entendernos: esta película es mucho más afín a "Las dos caras de la verdad" o "Jaque al asesino" que a "El silencio de los corderos" o "Seven".

Porque la película tiene dos problemas bien gordos.
Uno de ellos es el guión. La trama sin ser nada del otro mundo, no está mal del todo, teniendo cierto potencial, tanto de generar intriga, como de ofrecer un estudio sobre el miedo que Amenabar aspira (sin éxito) a realizar. Cierto que es que a partir de la mitad de la película se vuelve muy predecible con las pistas que el realizador y guionista va entregando, pero eso tampoco tiene porque ser malo: hay está "Vertigo", que desvela el secreto a mitad del metraje y hace de ello una grandísima virtud. De hecho hay alguna buena idea, como la representación del conflicto entre fe y ciencia, representados respectivamente por el párroco y el psicólogo, ambos empeñados en manipular los hechos de tal manera que beneficie a su religión o a su ciencia, haciendo oídos sordos a las evidencias que desarman la actitud tanto de uno como de otro. A mí lo que me sacó mucho de la historia fueron los diálogos. Como dijo la Gata con gafas cuando salimos del  cine, son como de estudiante de cine. De estudiante de cine mediocre además. Son totalmente irreales, forzados y bastante tontos además, en plan "¿De verdad me estás diciendo que crees que el no es culpable a pesar de todas las pruebas que hemos recogido?" y así. Uno no sabe si semejante desbarajuste se debe a la ausencia del habitual Mateo Gil como coguionista, o a que no ha querido esforzarse más.
Si bien es justo reconocer que a pesar de que aquí ejerce como pésimo dialoguista, la labor de Amenabar tras las cámaras, sin ser nada extraordinario, sigue siendo digna, porque podrá gustar o no este realizador, pero es innegable que sabe rodar. Ajustada a lo que quiere contar y a la ambigüedad que quiere que presida el relato, la realización tiene incluso algún momento brillante, como la visita al granero del policía incorporado por Ethan Hawke mientras escucha el relato que hace una victima de los hechos. Esta secuencia, además de ser la más desasogante de la película, viene a ser la condensación perfecta de todo el relato: es el único momento que demuestra el poder que tiene la narración y la sugestión sobre nuestras vivencias y nuestra percepción.
Y después de reconocer al Cesar lo que es del Cesar, queda el fallo que más condiciona la película, y es el poco acertado reparto. A pesar de que Ethan Hawke cumple de manera más que aceptable con su papel de policía, dos de los personajes más importantes de la trama quedan completamente deslucidos por la labor de sus interpretes. El primero es el psicologo al que da vida David Thewlis, que no solo resulta antipático (esto puede ser la intención de su director...), sino también plano y escasamente creible: más que un psicologo, lo que vemos en la película parece un actor interpretando a un
psicologo... Pero esto podría haberse llegado a aceptar si el personaje sobre el que se sustenta la película, no estuviera tan nefastamente interpretado por Emma Watson. Ella sola se basta y se sobra para hundir todas y cada una de las escenas en las que aparece: no resulta digna de pena cuando debería serlo ni ambigua cuando la historia lo requiere. Y lo que es peor, se le ve el plumero desde el principio a su personaje, desarticulando así toda la efectividad que podría tener la trama. Sé que las comparaciones son odiosas, pero tengo que reconocer que no podía evitar pensar en como Rosemund Pike interpretaba un personaje parecido en la magistral "Perdida", quedando su interpretación a años luz de la paupérrima labor que ofrece la ya crecida Hermione...


Amenabar ha vuelto al thriller, pero a pesar de que no entrega su peor trabajo, no alcanza el nivel de su opera prima y termina por dejar al espectador insatisfecho. Ojala siga haciendolos, pero de mejor manera. Esta claro que puede.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Eros y Thanatos



Jay es una joven que vive despreocupada, hasta que un chico con el que sale tiene sexo con ella y le avisa de que, a partir de ese momento, será perseguida por un ente, hasta que ella haga lo mismo y le pase la maldición a otra persona. Hasta entonces, no podrá ser alcanzada por el ente, ya que esto tendría consecuencias letales.

Por fin (casi medio año después de que se estrenara, pero la vida me da para lo que me da...) saqué un rato para ver "It Follows", la película de terror más aclamada de la temporada. Y una vez vista se entiende perfectamente, ya que es un trabajo original, a la par que complejo y entretenido.
Como todo el buen cine de terror, el realizador se sirve de un argumento de género para usarlo como metáfora para reflexionar sobre temores más profundos, siendo en este caso el sexo en toda su amplitud el tema de fondo.

A PARTIR DE AQUÍ, QUIEN QUIERA LLEGAR DEL TODO VIRGEN A LA PELÍCULA (perdon por el chiste), QUE DEJE DE LEER


Las interpretaciones que tiene esta cinta pueden ser muy amplias, pudiendo entenderse desde una alegorÍa sobre las ETS (un tanto obvia quizas...), pero a mí me parece más una representación fantástica de traumas sexuales y los problemas y el proceso de maduración que van unidos a las alegrías que supone iniciarse en el sexo. El mejor reflejo de este tema es la estupenda escena en la que la protagonista, Jay, se inspecciona su sexo ante el espejo: a pesar de que como se comenta en los primeros compases de la película, la protagonista ha tenido sexo varias veces sin mayores preocupaciones, será a partir del momento en el que le sea transferida la maldición cuando se empiece a plantear que las relaciones sexuales, además de placer pueden dar problemas, de ahí que se dedique a inspeccionar su entrepierna y comience a verla como algo más que la fuente de placer que había sido hasta ese momento.

Escenas de este tipo son las que van a marcar la tónica de la película. Porque a pesar de que en el cine de terror el guión suele ser visto como un mero soporte para los sustos que el espectador reclama, en este caso es justo reconocerle el mérito a David Robert Mitchell, que en su doble faceta de guionista y realizador consigue un libreto cargado de ideas interesantes, que además se ven reforzadas por la puesta en escena, haciendo que los dos se retroalimenten y crezcan. Sirva como ejemplo el uso que hace de las piscinas: al principio del relato se ve a Jay en una piscina, flotando sin ninguna preocupación y sintiéndose poderosa al saberse
observada por sus vecinos; en cambio cerca del final, hay una excelente secuencia en una piscina en la que la situación es totalmente distinta, puesto que ya no se siente poderosa sino perseguida, y más que un lugar en el que relajarse, se va a convertir en su última oportunidad de vencer al ente que le persigue, que además en este caso, tomará la apariencia de ¡¡su padre!!, lo que de pie a preguntarse si hubo (ya que en la película, el progenitor es una figura ausente, solo se ve en fotos...) algún tipo de contacto/deseo sexual entre padre e hija, y si fue este la causa de su ausencia. Pero es que además la secuencia acaba con el agua de la piscina teñida de rojo, una obvia aunque potente metaforo visual de la perdida de la virginidad. ¿Fue el padre el responsable de la primera experiencia sexual de Jay?

Volviendo con el tema de las apariencias que toma el ente, estas son muy significativa de deseos y traumas sexuales larvados, ya que se aparece como padres, madres (atención al coito mortal que implica a una madre y a un hijo, que además es la única ocasión en la que vemos como el perseguidor acaba con una de sus víctimas...), abuelos, hermanos y amigos de los que sufren la persecución.


Otro de los aspectos que más llaman la atención en la película es el uso que se hace de la cámara subjetiva, pero haciendo de ella algo más que un resorte para generar suspense. La obra que viene a la cabeza viendo esos planos panorámicos en primera persona (y oyendo esa banda sonora de inspiración electrónica) es esa obra maestra que es "La noche de Halloween" de John Carpenter, aunque el uso de Robert Mitchell sea más profundo que el del maestro. Me explico. Allá donde Carpenter buscaba (y lograba) exprimir hasta el límite la capacidad de crear suspense y tensión con la cámara, el realizador de "It Follows", no muestra tanto interés en generar suspense (ni lo logra: Carpenter es mucho Carpenter...), sino que intenta reflejar la vivencia subjetiva de los perseguidos. Y esto es otra brillante idea de guión reforzada por la puesta en escena: cuando uno se inicia en el sexo cambia la visión que se tiene del mundo, aunque sea un cambio que nadie más percibe, así que qué mejor manera de reflejarlo que esa cámara subjetiva que realiza giros de 360º buscando ese cambio en el mundo que solo el que ha practicado sexo puede ver.

Otra idea interesante de esta película es como a partir de que la maldición se transmite, esta enturbia las relaciones sexuales y afectivas en los personajes, quedando estas viciadas y convertidas en actos de manipulación, temeridad o sacrificio. El afecto y el placer dejan de ser algo sencillo para convertirse en algo bastante más difícil y de consecuencias imprevisibles.





A PARTIR DE AQUÍ SE PUEDE LEER SIN DEJAR DE LLEGAR VIRGEN (A LA PELÍCULA...)

Además de esto hay otras detalles que le dan más brillo a la cinta, como es que no haya casi adultos a lo largo de todo el metraje, lo que le da un tono enrarecido. A esto también contribuye el diseño de producción muestra ambientes siempre descuidados y desordenados, abandonados o al filo del abandono, lleno de aparatos viejos y con poco gusto. Sin embargo, al contrario de otros autores que buscan en este tipo de ambientación glamour y estilización vintage, lo que da a entender es que se trata de un mundo anclado en el tiempo y abandonado a su suerte. Además, esta idea se ve reforzada por el hecho de que, aunque no se mencione, la película haya sido rodada en Detroit, que como es sabido, se trata de una ciudad, que ha perdido millares de personas a consecuencia del desplome de la industria automovilística y la crisis económica.





Por si no ha quedado claro, me ha encantado la película, y estoy casi seguro que se trata de un nuevo hito en el terror. No perdersela.