martes, 29 de diciembre de 2015

Un hombre firme.


James Donovan es un abogado de prestigio, que, en plena Guerra Fría, y por motivos que poco tienen que ver con la justicia, se ve obligado a defender a Rudolf Abel, supuestamente un inglés acusado de ser un espía soviético. Su trabajo se complicará aun más, cuando un piloto norteamericano caiga en las manos de los comunistas, y Rudolf Abel pase a ser moneda de cambio, y James Donovan se convierta en el negociador en este proceso.

Spielberg continua por la senda marcada por su previa "Lincoln"; tomar un hecho histórico y abordarlo más desde la perspectiva personal de su principal protagonista que de la histórica, para, al igual que aquella. refleja la determinación de un hombre por defender y llevar a cabo aquello en lo que cree. Como era de esperar, hay en esta película ecos del cine de Frank Capra (que siempre ha sido un referente para el barbudo de Ohio) y del Atticus Finch de "Matar a un ruiseñor": el protagonista en un patriota que aplica la ética y la moral hasta sus últimas consecuencias, aunque eso le haga ser atacado y practicamente repudiado por la sociedad a la que pertenece, y casi por su familia. A este respecto la secuencia que mejor define al personaje de James Donovan, (interpretado por Tom Hanks con su habitual excelencia), es el emotivo momento en la que su defendido le narra la anécdota de el "hombre firme", que además de al protagonista, ilustra muy bien la corriente de simpatía que se ha generado entre ambos. En este punto, hay que señalar la excelente labor que lleva a cabo Mark Rylance interpretando a Rudolf Abel, ese hombre templado y (aparentemente) sin sentimientos, que para el que esto firma, se trata de la mejor actuación que vista este año.

En cuanto al desarrollo de la película, la verdad es que a pesar de sus más de dos horas, transcurre en un suspiro. El realizador da muestras de su gran manejo del suspense (la persecución que abre la cinta:  el momento en el que Donovan se siente perseguido y e intenta escapar; o en la tensa secuencia del intercambio del puente); del humor, que como en casi todos los trabajos de Spielberg, se extiende a lo largo del metraje (no exento, eso sí, en esta ocasión de un poso amargo...), solo que en este caso tira más hacia lo absurdo, en lo que quizás sea consecuencia de la labor de reescritura llevada a cabo por los  hermanos Coen; de la acción con la breve pero excelentemente ejecutada secuencia del accidente aereo; y de los momentos emotivos, como la citada anécdota de "el hombre firme", o las secuencias que implican a la familia de Donovan.

Sin embargo, ha sido en la puesta en escena, donde he encontrado el problema que a mi parecer malogra en parte la película. Al contrario de otros trabajos del realizador, en los que abundaban los planos llenos de movimientos de cámara vistosos, o de planos en los que la cámara parece ser un personaje más que se asoma a la secuencia, en este caso ha optado por una puesta en escena más marcada por el montaje que por el diseño del plano. Aunque esos recursos visuales son los que han forjado el facilmente reconocible estilo de realizador, aquí, la repetición de secuencias en distintos lugares y momentos es lo que se convierte en la principal herramienta narrativa. Una elección respetable y hasta cierto punto lógica, ya que dado que la película trata del enfrentamiento entre los dos bloques de la Guerra Fria, esta es una buena manera representarlo.
El problema es cuando esta herramienta narrativa acaba teniendo como único fin el ridiculizar el sistema sovietico: hay momentos en los que se roza la caricatura de brocha gorda, y ensalzar el norteamericano hasta el punto de llegar casi a convertirse en un panfleto proamericano. Desde luego que es el punto de vista del director y que tiene algo de verdad, pero por instantes  se le escapa las cosas de la manos. Hay están las citadas secuencias paralelas que comparan el trato que reciben los prisioneros norteamericanos y los soviéticos, que probablemente tengan algo de cierto, pero con la labor de montaje que las pone en comparación, resultan un tanto maniqueas. Pero quizás el momento que más me chirrió y estuvo a punto de sacarme de la película fue la secuencia del tren a través del muro de Berlín y su posterior espejo en el lado norteamericano (no explicaré más para no destriparla), que roza los sonrojante.

Y ahora vendrán  dos grupos de personas. Por un lado, los que aduzcan que tampoco es complaciente la imagen que da del sistema americano, cínico, que da veneno para inmolarse a los espías que caigan en manos enemigas, y que esta más preocupado de dar imagen de democracia y justicia al mundo exterior que de realmente serlo. A estos les digo que aunque se vierta cierta visión descreida sobre el sistema norteamericano, al compararlo con el ruso, se vuelve en comparación, un paraiso. Y por otro, los recalcitrantes, que digan que eso no es nuevo en Spielberg, y que siempre ha sido un blando y un defensor a muerte de la tarta de manzana y el tío Sam. Y a estos les respondo que de ninguna manera. En muchas de sus películas, a pesar de su aparente ligereza, hay una visión bastante más crítica de lo que podría parecer contra EE.UU. y por extensión el capitalismo occidental. Vease la crítica a la sociedad consumista y obnubilada por las apariencias que es en última instancia "Atrapame si puedes"; el ataque a la política migratoria de Norteamérica que escondía "La terminal"; la descarnada visión del intervencionismo que daba "Munich"; o mismamente la poco épica visión que daba "Lincoln" sobre la aprobación la enmienda que abolía la exclavitud. Así que aquí no vale ese argumento de "Viniendo de quien viene era la esperable...".
De todos modos, se trata de una buena película, entretenida y bien rodada, que no es poco, pero que,deja un ligero poso de insatisfacción al final.


Y dado que esta va a ser el último post del año, desear a todo el mundo un feliz 2016.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Bajada a los infiernos.


La agente del FBI, Kate Macy, será reclutada para una misión secreta que bordea la ilegalidad para acabar con los carteles de narcotráfico mexicanos. Lo que al principio comienza con entusiasmo, acabará siendo un descenso a los infiernos, que acabará con su destrucción emocional y moral.

A pesar de que Dennis Villeneuve no me fascinó con el único trabajo que le conocía, "Enemy" (que quizás no me convenciera por el repelús que despierta en mi Saramago...), las alabanzas que esta película cosechó en Cannes despertaron mi interés. Y mi atracción por las películas de frontera hizo el resto y acabé pasando por taquilla. Y ha sido una buena idea.

Viendo la película, a uno le llegan desde el primer momento ecos del cine de Michael Mann y Kathryn Bigelow y la historias de Cormac McCarthy. Y no solo por esos personajes, en apariencia frios e insensibles que son definidos por su profesionalidad, y por la violencia explosiva de sus relatos. Sino porque todos estos autores, priman siempre en sus creaciones la descripción y desarrollo de personajes por encima de la trama misma. Y esto, con algunos matices, ya que los responsables no evitan hacer una crítica a la política interevencionista de USA, es lo que define a esta excelente película

Con la pantalla en negro las dos definiciones de sicario: aquel que en la antigua Roma era contratados para matar para defender la Polis; y la actual que hace referencia a aquel que mata por dinero... Mientras suenan unas percusiones que podían ser perfectamente el ruido de tambores de guerra (cortesía de Johann Johannsson, que realiza una banda sonora excelente, escasa pero muy intensa), se van solapando con un corazón que late desbocado, el de la protagonista antes de hacer frente a una peligrosa misión de rescate de rehenes. Este inicio potente atrapa al espectador y no solo por lo impactante de la secuencia y su sangrienta y sorprendente resolución, sino que porque logra que desde ese momento el espectador quede inmediatamente ligado al personaje de Kate y esta pase a ser sus ojos en todo momento hasta el tremendo final. A través de su mirada, viviremos un viaje moral en el que se pasa del apasionado afán inicial por acabar con los carteles, a el desconcierto más absoluto y acabar con la destrucción absoluta moral y ética del personaje en su última secuencia.

En su caida a los infiernos Kate (muy bien defendida por Emily Blunt) será arrastrada por Matt, un hombre de la CIA al que interpreta el siempre sobresaliente Josh Brolin, manipulador y egoísta, que jugará a su voluntad con Kate, mintiéndole y ocultándole datos para lograr lo que necesita de ella. Sin embargo, el que roba la película y se queda en la mente del espectador es Benicio del Toro dando vida a Alejandro, como un hombre con su vida destruida por los carteles de la droga, se dedica a colaborar con el gobierno estadounidense para llevar a cabo su despiadada venganza. La magistral actuación de del Toro, por un lado, y la representación que hace Villeneuve del personaje, con secuencias en las que está presente, pero en las que no habla con nadie y es tratado por el resto de los personaje como si no existiera, o sus apariciones por sorpresa, que bordean lo inexplicable (y que no desvelaré para el que no las haya visto), lo convierten casi en un alma en pena, un fantasma que busca venganza.


Como se puede ver el panorama humano que representa la película es de todo menos amable, mostrando a los, que amparados por las agencias gubernamentales norteamericanas, luchan contra el narcotráfico, desde el primero hasta el último (como demuestra la desagradable imagen que proyecta los soldados que forman parte de la misión, misóginos y sedientos de violencia), como seres totalmente amorales: más que acabar con el tráfico de drogas, utilizan su misión como medio para dar rienda suelta a sus instintos más bajos y sus ansias de poder.  Y todo ello sin plantearse en ningún momento donde está su límite (y el del intervencionismo estadounidense): no hay nada ni nadie que tenga derecho a cuestionarles, y mucho menos a hacerles desistir de sus acciones, pasando en sus misiones por encima de todo y de todos.

Sin embargo, el tener un buen guión no hubiera dado por si solo la magistral película que es "Sicario". Y ahí es donde entra la realización de Villeneuve, que no solo brilla particularmente en las (magistrales) set pieces de suspense, sino que consigue violentar la realidad para demostrar como el terror se agazapa en cualquier rincón de nuestro día a día: los citados muros que ocultan cadáveres; el bar al que se va buscando desahogo y distensión; largos túneles ocultos a plena vista que permiten el tráfico de ilegales y droga...  Esto lo logra mediante ideas de puesta en escena como l
esos planos aéreos que son capaces a la vez de narrar (porque pese a su brillantez formal no se trata en absoluto de una película esteticista) y de producir cierta sensación de irrealidad. Y, como no, del uso de la violencia, explicita y desagradable en ocasiones; sugerida y en off visual (los interrogatorios) en otras; quedando  también espacio para visualizaciones elegante y surrealistas, como la visualización nocturna de los tiroteos de Juarez desde el lado estadounidense de la frontera como si de fuegos artificiales se trataran.


Aunque claro, es justo reconocer que la realización de Villeneuve tiene la suerte de estar amparada por la excelsa fotografía en formato panorámico de Roger Deakins. La manera en que recorta las siluetas de los personajes contra el horizonte, convirtiendolos en sombras vacias, o el uso de las cámaras de visión nocturna y térmica durante el asalto del túnel, son las más llamativas. Pero también hay detalles menos llamativos pero igual de brillantes, como, por ejemplo, la manera en la que refleja los claroscuros durante la escenas nocturna, en particular el asalto en coche y a la mansión. Se le añoró mucho al cinematógrafo inglés en "Spectre" tras el fascinante trabajo realizado en "Skyfall", pero si no compareció por estar iluminando esta maravilla, queda más que disculpado.



Sin duda una de las mejores películas del año. Esperemos que Villeneuve siga en esta linea, y que en caso de que se produzca esa sorprendente y rumoreada secuela que seguiría las andanzas del personaje interpretado por Del Toro, que sea él el responsable.


lunes, 30 de noviembre de 2015

Más Bond, menos cine.


Siguiendo una pista por su cuenta, James Bond encontrará en México una pista que le pone detrás de una organización de supercriminales que opera en la sombra. Conforme vaya indagando, descubrirá que dicha organización ha estado relacionada no solo con su carrera, sino con su vida misma.

Tras la magistral "Skyfall", llega 3 años después la continuación de la película, con los mismos responsables detrás con la intención de mantener el excelente nivel de aquella y de recuperar uno de los conceptos que, por problemas de derechos, más tiempo ha estado ausente de la serie, la organización de supercriminales Spectre. ¿Lo logra? Me temo que no. ¿Se trata de una cinta fallida como lo fue "Quantum of Solace"? Pues tampoco.

"Skyfall" vino a ser, lo que por lo menos para mí (y las revisiones de la película me lo han confirmado...), es el personificación de lo que debería ser el Bond del siglo XXI: acción espectacular, que tomaba las ineludibles influencias de Bourne, haciendolo más urbano y físico y menos grandilocuente, pero que a su vez retomaba las señas de Bond de toda la vida, como el sentido del humor y la recuperación de alguno de los gadgets y personajes que se echaban de menos como Q y Moneypenny;  además había un villano que bordeaba la parodia pero sin caer en ella para convertirse en uno de los mejores de la serie. Y lo más importante, todo esto a partir de un estupendo guión que se permitía indagar en los orígenes del personaje sin traicionar sus raíces y desarrollaba una de las relaciones más emotivas que James Bond ha tenido jamás con nadie.

Si ya habían encontrado la formula, debería ser sencillo seguirla, más si se cuenta de nuevo tras las cámaras con Sam Mendes, que en su momento resultó una elección sorpresa, pero a la vista de los resultados, enormemente acertada. Pues quizás no lo sea tanto.

El mejor resumen posible de la película son la imprescindible escena precréditos y los créditos mismos. No hay duda de que la escena, que transcurre en México durante la celebración del Dia de los Muertos, se trata de una escena virtuosa y bien rodada, con un (falso) larguísimo plano secuencia inicial brillante y una resolución espectacular. Sin embargo, se echa de menos emoción y auténtica sensación de peligro: en ningún momento se le olvida al espectador que Bond va a salir vivo y airoso  se enfrentamiento. Y es que aunque todos sepamos que va a ser así, las brillantes secuencias de apertura de, por ejemplo, "Muere otro día" (nunca me cansaré de defender esta película...) y "Skyfall" si que lo lograban. A continuación tenemos una secuencia de créditos correcta pero un tanto desangelada, que en base a recurrir tanto a los tópicos de coreografías de siluetas de mujeres desnudas, deviene casi en una parodia de estas secuencias, que son ya una institución en si mismas. Claro que a eso tampoco ayuda la aburridisima y anodina canción que se ha marcado Sam Smith, la peor del ciclo Craig sin ninguna duda.
Pues esta va a ser la tónica de la película: corrección sin brillantez ni auténtica emoción.





Vease por ejemplo el caso de los villanos. Se ha optado, como en otras ocasiones en la serie, por
separar el villano físico (Dave Bautista) del villano maquiavélico (Christoph Waltz), y en este caso el que gana es sorprendentemente el villano físico. Bautista, aunque de vida a un villano un tanto hueco, tiene una buena secuencia de introducción y protagoniza la mejor secuencia de acción de la película: aquella en la que se enfrente a Bond a lo largo y ancho de un tren (todo un homenaje a "Desde Rusia con amor"), de manera muy física y tensa. En cambio el villano encarnado por Waltz no alcanza el nivel esperado, quizás porque al actor austriaco ya se le empieza a ver demasiado el plumero de su estilo interpretativo de los villanos, mezclando con modales exquisitos con un actitud despiadada.







Con las chicas Bond, también hay una de cal y otra de arenca. Monica Bellucci quedando grabada en la memoría del espectador a pesar de no llegar a estar más de diez minutos en pantalla y reivindicando que la belleza no tiene nada que ver con la edad. Por el contrario Lea Seydoux, resulta de un sosez tremenda, resultando incomprensible que su personaje tenga tanto gancho para Bond.

Con todo, hay dispersos a lo largo de la película cosas que hacen que la cinta resulte agradable de ver, sobre todo para aquellos que disfrutan con las películas de Bond. La idea de convertir la recuperada organización Spectra en algo más cercano al Club Bildenberg que a un club de villanos, y su presentación en pantalla, que recuerda a "Eyes Wide Shut", son resultonas. Y el hecho de que la película no haga tábula rasa respecto a las anteriores películas del ciclo Craig también es de agradecer, ya que da más cohesión a la serie y eso le da (un poco más de) chicha al argumento. Aunque el enfrentamiento cainíta que plantea el guión quede bastante desnatado. Además, los homenajes a las películas de Connery y Moore (esa base de Spectra en un crater; ese sillón de tortura; ese gato persa blanco) hacen que el producto resulte más simpático y menos pretencioso.



Por último, es justo reconocer la brillante partitura que vuelve a realizar Thomas Newman para el personaje. En cambio es un pena no poder decir lo mismo de la labor de iluminación de Hoyte van Hoytema,, demasiado realista y gélida para una trama como esta, que hace añorar y mucho el excelente y sofisticado trabajo que realizó Roger Deakins en "Skyfall".





No es una mala película, ni siquiera una mala película Bond, pero a mejor película de espías internacionales de este año ha resultado ser "Misión Imposible: Nación Secreta". Y es que no pude evitar traer a la mente la última entrega de Ethan Hunt, en momentos como el climax, que como en aquella sucede en Londres, pero que en el caso de "Spectre" no logra ser ni tan sombrio, ni a la vez tan divertido como en aquella.

Para acabar una pregunta ¿Puede haber un mejor Bond que "Skyfall"? Pues a mí me parece dificil. Eso sí, si como se rumorea, los derechos del personaje van a parar a Warner Bros y esta le cede las riendas de la próxima entrega a su niño mimado Christopher Nolan, que ya dio muestras de su amor por Bond en la excelente "Origen", aun podemos albergar esperanza...



domingo, 22 de noviembre de 2015

Todos somos Raphael.


Jose es un hombre de mediana edad en paro que recibe la llamada de una ETT para hacer de figurante en la grabación del programa especial de Nochevieja sustituyendo in extremis a un figurante que ha sufrido un accidente laboral casi mortal. La actuación estrella del programa es la de Alphonso, una de las mayores estrellas de la canción española, de más de 50 años de carrera. Pero lo que parece un trabajo fácil para sacarse algo de dinero, se convertirá en una pesadilla.

No contaba con que esta película se hubiera estrenado este año, porque sino habría estado sin duda entre la lista de lo más esperado del año, porque las películas de este hombre son siempre algo que espero con ansiedad.

La cabeza y las películas de Alex de la Iglesia parece estar bullendo ideas continuamente en un maravilloso caos. En ellas encontramos una pasión desmedida por todo tipo de géneros y autores (cinematográficos o no). Así en su cine se pueden encontrar pasadas por su particular prisma revisitaciones o reinvenciones de: "Don Quijote de la Mancha" ("El día de la bestia"); "Las isla del tesoro" (La comunidad); el western ("800 balas"); el thriller hitchcokiano ("Crimen ferpecto"); la muerte de Gwen Stacy ("Balada triste de trompeta")... En este caso, de la Iglesia ha realizado su particular interpretación de "Star Wars", con un villano que es un heroe (o más bien un ídolo) enloquecido y atraido por el lado oscuro, que viste de negro, duerme en una capsula y habita en una estancia blanca dentro de su particular Estrella de la Muerte, que es el estudio donde se realiza la grabación de un especial de Nochevieja, que para rizar el rizo se haya rodeado por rebeldes (huelguistas que luchan para evitar sus despido por parte de la cadena) que pretenden invadirlo y acabar con su tiranía. Pero lejos de quedarse en eso, el bilbaíno convierte la película en un circo de multiples pistas, llena de subtramas: EREs ilegales pactados con el político de turno;  problemas familiares; competitividad llevada al paroxismo; crisis económica y desempleo; la divergencia entre la imagen que proyectan los ídolos de nuestra sociedad y su auténtica personalidad... Todo ello con un tono entre Kitsch y grotesco, y como no podía ser de otra manera viniendo de quien viene, bañado con mucho ritmo y humor.



La película avanza como un torbellino, y es que ya desde el principio se le impone un cierto tono musical al producto, con cuatro números musicales, que el realizador se da el gusto de rodar en todo su esplendor, que sirven de hito para el paso de un tramo a otro de la historia. Otra cinta que viene a a la cabeza el "Eva al desnudo" sobre las bambalinas del mundo del espectáculo, pero el acercamiento que se hace al tema es más cercano al que hizo mi adorado Verhoeven en la en su día vilipendiada pero reivindicable "Showgirls": si el holandés no se cortó un pelo al mostrar la zafiedad de Las Vegas y por extensión de la sociedad norteamericana, de la Iglesia llena su trama de delirantes representantes de las sociedad ibérica contemporanea. Así entre la fauna de la película hay cantantes cuasi-oligofrénicos de electro-latino ("el mismo género que hace Enrique Iglesias pero más guarro" en palabras del personaje, que, además, ejecuta una descacharrante variación de "Torero" de Chayanne...) incapaces de tener cerrada la bragueta; chonis a la caza del semen de un famoso (via tradicional o via Boris Becker) para quedarse embarazadas y extorsionarlo; figurantes que son toda una institución en la grabación de especiales de Nochevieja tras más de 40 años haciendolo; ancianas demenciadas; empresarios estafadores; buenos hombres convertidos en guiñapos pusilanimes; y el epicentro de todo, Alphonso,  la estrella de la canción española (probablemente) más exitosa de todos los tiempos y persona con la que todas las tramas, de una manera u otra, están conectadas...



Habrá gente a la que no le guste de la Iglesia (por si no se ha notado, a mí me encanta con todas sus imperfecciones...), pero lo que nadie puede negar es que objetivamente se trata del realizador español que mejor rueda. Él es uno de los responsables, junto con Amenabar, de demostrar a una generación (la mía principalmente) que aquí se puede rodar igual que en cualquier lugar del mundo si se le echan arrestos y energía. Y de energía anda el director sobrado en esta película. Veanse sino excelentes planos secuencias como aquel en el que el personaje interpretado por Pepón Nieto atraviesa todo el backstage hasta llegar a su mesa, que
describe a la perfección el ambiente que hay en el estudio; o la persecución que sucede en la tramoya, que ya es todo una seña de identidad en el realizador, que siempre que puede acaba sus películas en las alturas. Y no es esta la única idea recurrente en su filmografía que aparece en "Mi gran noche": ahí están la alegría fingida (o incluso obligada) que oculta una tremenda negrura en su interior, que era el motor de "Muertos de risa" y "Balada triste de trompeta"; y el programa televisivo de fin de año representado como momento de catarsis nacional, que también era también la base de "Muertos de risa".

Lo que si que tengo que reconocer es que, de la Iglesia tiene un problema con los finales de la mayoría de sus películas. Quizás es por la imposibilidad de dar un colofón a la altura de todo lo que ha planteado, quizás sea por querer introducir demasiadas ideas. Con todo, este, sin ser su mejor final, no cae en las fallidas conclusiones de  sus tres últimas propuestas "Balada triste de trompeta", "La chispa de la vida" o "Las brujas de Zugarramurdi". Si que peca un poco de ser demasiado amable con lo planteado hasta ese momento. ¿Una imposición de Raphael para suavizar la grotesca imagen de Alphonso? ¿Un giro hacia el optimismo de de la Iglesia, que desde "800 balas" se venía decantando por los finales pesimistas? Imposible saberlo, pero de cualquier manera no logra deslucir el conjunto. En gran parte por la más que correcta labor de todos los actores. Porque a pesar de que lo que más llama la atención en este hombre es su humor y su manera de rodar, se suele pasar por alto lo audaz que ha sido al elegir los repartos de sus películas (el fue pionero en mezclar actores de distintas generaciones, una práctica muy frecuente hoy en dia) y el buen partido que es capaz de sacarle a todos ellos.

Bueno, a pesar de que soy consciente de lo mucho que se me ha visto el plumero, creo que se trata de una de las mejores películas de este hombre, y de una película divertidísima. Yo la vi con la sala llena porque era la fiesta del cine y las carcajadas fueron muchas y abundantes.Y eso no es poco.
Como bonus track, además del trailer dejo la curiosa canción que Bunbury le compuso a Raphael, cantada a duo por ambos. Toda una curiosidad.




jueves, 5 de noviembre de 2015

Salvar al astronauta Watney.


Mark Watney es un astrobotánico que forma parte de la primera misión tripulada a Marte. A consecuencia de una tormenta de arena, queda malherido, y su equipo, dandolo por muerto, abandona el planeta. Pero Watney logra sobrevivir, e intentará por todos sus medios mantenerse vivo para comunicar que sigue con vida y resistir hasta que una misión de rescate vaya en su busca.

A rebufo del éxito de la magistral "Gravity", van llegando películas de temática espacial y con un punto existencial. El año pasado fue la irregular "Interestelar" y este año le ha tocado el turno a "Marte", que adapta una novela de Andy Weir del mismo nombre. ¿Es esta película el mejor exponente hasta el momento del renacimiento de la ciencia-ficción espacial? Veamos.


La realización de Scott es muy ajustada, y es que como ya he comentado en otras ocasiones, no creo que haya nadie por ahí capaz de no reconocerle como uno de los narradores más solventes en activo, pero dentro de esa solvencia, tampoco termina por sacar todo el partido que merece al paisaje de Marte, o al 3D, algo que si que ocurría por ejemplo en su anterior incursión en el cine en relieve, la polémica "Prometheus". La narración es ágil y sin mayores preámbulos se entra en el meollo, ahorrando tiempo en presentaciones de personajes y secuencias expositivas. A pesar de algunos
detalles que le otorgan cierta profundidad (ese crucifijo que reducido a astillas le sirve para sobrevivir, o el que las heces de la tripulación sean la clave de la supervivencia...), queda bastante claro que Scott ha primado hacer un trabajo entretenido y ameno, con apuntes cómicos (vease la selección musical repleta de música disco y glam de los 70) y un punto optimista sin caer en la candidez excesiva. Sin embargo esta decisión narrativa se
revela un arma de doble filo: el tono ligero y el sacar la cámara de Marte, primero a la NASA y luego a la nave donde se encuentran los antiguos compañeros de Watney, hace que la historia se haga más amena, y que las más de dos horas pasen como un suspiro, pero le resta intensidad al aspecto más interesante del relato. Y es que esta ligereza impide que se desarrolle más extensamente la existencia solitaria del personaje principal, ya que a pesar de que pasa dos años en el planeta, su odisea física queda demasiado escueta, y la que seguramente sería más dura, la odisea emocional de saberse abandonado a su suerte es casi inexistente. No tiene ningún momento de flaqueza ni desesperación, y todas las historias de náufragos desde la fundacional "Robinson Crusoe" de Daniel Dafoe, si funcionan es porque permiten al lector/espectador asomarse a los abismos de la desesperación ante una situación límite.
Por otra parte es justo reconocer que el aspecto documental de la película es interesante, mostrando como habría que organizarse y que conocimientos serían necesarios para lograr sobrevivir en un ambiente tan hostil por una parte, y, por otra, describiendo el funcionamiento de la NASA tanto a nivel práctico como burocrático y dejando clara la dependencia que la agencia espacial tiene su imagen pública para obtener recursos.




En cuanto a las actuaciones, pues más o menos la misma tónica. Matt Damon, que es un actor especializado en interpretar a personajes que han de ser rescatados ("Salvar al Soldado Ryan", "Interestelar" y este "Marte"...) cumple bien con el papel, pero no logra trascender a lo que muestra el guión. Su interpretación no deja entrever las cosas que esta viviendo más allá de las que son mostradas, (cosa que si sucedía por ejemplo en la maravillosa "Naufrago"...), y eso en parte desluce sus drama. Con el resto del reparto, pues hay de todo. Los que se llevan la palma son Jeff Daniels como frío y calculador director de la NASA y Jessica Chastain (que hace doblete en la cartelera con este "Marte" y la vistosa "La cumbre escarlata" como capitana de la misión a Marte. El resto van desde la corrección de Sean Bean, a la mediocridad de Kate Mara y Sebastian Shaw.









Una película correcta, que se ve con agrado, pero que a mí personalmente me ha decepcionado un poco, quizás por las expectativas que había depositado. De cualquier manera queda lejos de los mejores trabajos de Ridley Scott: "Alien, el 8º pasajero", "Hannibal", "Black hawk derribado" y la incomprendida "El consejero". Os dejo con uno de los teasers que conformaron la estupenda campaña publicitaria, que sigue la tónica de la de "Prometheus"

viernes, 30 de octubre de 2015

Cuento de terror victoriano.


Edith Cushing es la hija de un rico empresario viudo en el Nueva York de finales del siglo XIX. Ante su padre se presentará para pedir financiación para explotar las minas de su familia Sir Thomas Sharpe, un noble británico venido a menos. Edith se enamora de él y aunque su padre rechaza la relación el azar hará que acaben casandose y residiendo en la mansión de la familia Sharpe, ahora abandonada a excepción de la pareja y la enigmática hermana de Sharpe, Lucille.

Como queda claro al leer la premisa de la película, en este caso del Toro ha realizado un trabajo que le permite mostrar su amor por la novela victoriana de terror (con Poe, Dickens y James a la cabeza), y por las películas de terror gótico de gran factura, como "Rebeca", "Suspense", el cine de la Hammer (atención al apellido de la protagonista...), el cine de Mario Bava (toda una influencia en "La Cumbre Escarlata" en lo relativo al uso del color) o "The Haunting", todo ello pasado por su punto de vista y sus particulares obsesiones.

A nada que se conozca un poco el trabajo y la personalidad de Guillermo del Toro (que el mismo se encarga de mostrar abiertamente en las frecuentes entrevistas que concede y en las que da la impresión de ser un hombre encantador, además de uno de los mayores freakies del mundo...) queda claro que adora los objetos. Tanto fuera de la pantalla (el mismo reconoce ser un coleccionista que ralla el fetichismo...), como dentro de ella. Los objetos siempre han sido una parte muy importante en su cine, y son tratados como entres con personalidad que condicionan el destino de los personajes: el artefacto mágico de "Cronos", espoleta de toda la trama; la bomba de "El espinazo del diablo", que deviene casi en totem y mudo observador de todos los secretos que alberga el internado; los robots de "Pacific Rim", con esos pistones, cables y
válvulas que se tensan como si fueran músculos... En este caso lleva esta tendencia a un paso más allá hasta el punto de que un objeto, una mansión aquí, es uno de los protagonistas principales de la película y lo que le da nombre. del Toro hace que la casa aúlle y respire, que sangre (literalmente además) y que se retuerza de dolor. Y por supuesto marca a fuego el destino de los personajes. Y además de la casa hay diseminadas a lo largo del metraje otros objetos retratados como seres vivos, como el autómata que construyó en su niñez o la maquina excavadora para extraer mineral... Todo esto como es lógico queda plasmado en la película con un diseño de producción exquisito y de corte expresionista, fotografíado con su habitual estilo entre preciosista y alucinado por el cinematógrafo habitual de Guillermo del Toro, Guillermo Navarro.

A pesar de todo el esfuerzo volcado en el aspecto de la película, el realizador y su coguionista Matthew Robbins, logran un guión, que aun con sus fallos (ese tercer acto un tanto alocado y forzado, que se mantiene solo gracias a la labor de los interpretes...) consiguen insuflar vida y pasión a los personajes, y que estos no devengan en maniquies que se desplazan por un decorado exquisito, lo que por ejemplo hundía la versión de Coppola de "Dracula". El guión además se articula en torno a la misma idea que sustentaba la estupenda "El espinazo del diablo" (y también en parte la reivindicable "Mamá", producida por él): que los fantasmas no son sino memorias atormentadas de los lugares en que se aparecen. No son ectoplasmas ni seres vengativos, sino improntas de lo ocurrido. Por eso mismo, el componente sobrenatural de la trama podría ser practicamente cercenado (aunque afortunadamente eso no ocurra) y la historia casi ni se resentiría. Y como en el primer trabajo de del Toro en España, lo que al final queda como el verdadero detonante de la trama son las turbulentas pasiones humanas: hay que temer mucho más a los vivos que a los muertos.

Pero cuidado, todos estos méritos de la película no quitan para que haya que reconocer que en último acto, el guión se salga un poco de madre, con cambios repentinos e inexplicables en los personajes. Si en este tramo la cinta logra esquivar el ridículo es por la potencia que del Toro imprime a la puesta en escena con imágenes y momentos que perduran en la memoria del espectador (como el uso más perverso de una nana que puedo recordar...) y a la excelente labor de Jessica Chastain, que se merienda a todos sus compañeros de reparto y saca chispas a su personaje.

A pesar de todos los fallos, la película cumple su promesa y ofrece un entretenidísimo y vistoso cuento de terror victoriano. del Toro ha vuelto a lograr lo que quería. Que siga así.


domingo, 18 de octubre de 2015

Involución


En un pueblo de Minnesota en 1990 una joven denuncia haber sido violada por su padre en el contexto de ceremonias de corte satánico. La investigación que llevará a cabo el policía Bruce Kenner destapara una supuesta trama con todo tipo de implicaciones.

Una de las películas más esperadas por el público era el regreso de Amenabar al cine tras seis años de ausencia. El realizador chileno ha optado en este caso por el  thriller, género al que pertenece la que a día de hoy me sigue pareciendo su mejor y más honesta película, "Tesis". Puede ser que tras los palos que se llevó "Agora", (cinta que a día de hoy aun no he sacado valor para ver después de ese espanto que fue "Mar adentro"...), haya decidido jugar sobre seguro y volver al género con el que se hizo un nombre en el cine español allá por los fecundos 90 del siglo pasado. Una maniobra comprensible y respetable, muchas veces vista a lo largo de la historia del cine, siendo uno de las últimos casos el de Shyamalan y su (afortunada) "La visita". Hasta aquí ningún problema en si mismo. El problema es que, como si la "Regresión" del título se hubiera apoderado del director, el resultado ha sido un ejemplo bastante rutinario de lo que también en los 90 se dio en llamar thriller psicológico, género que aunque aun nos hace pasar muy buenos ratos, dio también para auténticas castañas. Para entendernos: esta película es mucho más afín a "Las dos caras de la verdad" o "Jaque al asesino" que a "El silencio de los corderos" o "Seven".

Porque la película tiene dos problemas bien gordos.
Uno de ellos es el guión. La trama sin ser nada del otro mundo, no está mal del todo, teniendo cierto potencial, tanto de generar intriga, como de ofrecer un estudio sobre el miedo que Amenabar aspira (sin éxito) a realizar. Cierto que es que a partir de la mitad de la película se vuelve muy predecible con las pistas que el realizador y guionista va entregando, pero eso tampoco tiene porque ser malo: hay está "Vertigo", que desvela el secreto a mitad del metraje y hace de ello una grandísima virtud. De hecho hay alguna buena idea, como la representación del conflicto entre fe y ciencia, representados respectivamente por el párroco y el psicólogo, ambos empeñados en manipular los hechos de tal manera que beneficie a su religión o a su ciencia, haciendo oídos sordos a las evidencias que desarman la actitud tanto de uno como de otro. A mí lo que me sacó mucho de la historia fueron los diálogos. Como dijo la Gata con gafas cuando salimos del  cine, son como de estudiante de cine. De estudiante de cine mediocre además. Son totalmente irreales, forzados y bastante tontos además, en plan "¿De verdad me estás diciendo que crees que el no es culpable a pesar de todas las pruebas que hemos recogido?" y así. Uno no sabe si semejante desbarajuste se debe a la ausencia del habitual Mateo Gil como coguionista, o a que no ha querido esforzarse más.
Si bien es justo reconocer que a pesar de que aquí ejerce como pésimo dialoguista, la labor de Amenabar tras las cámaras, sin ser nada extraordinario, sigue siendo digna, porque podrá gustar o no este realizador, pero es innegable que sabe rodar. Ajustada a lo que quiere contar y a la ambigüedad que quiere que presida el relato, la realización tiene incluso algún momento brillante, como la visita al granero del policía incorporado por Ethan Hawke mientras escucha el relato que hace una victima de los hechos. Esta secuencia, además de ser la más desasogante de la película, viene a ser la condensación perfecta de todo el relato: es el único momento que demuestra el poder que tiene la narración y la sugestión sobre nuestras vivencias y nuestra percepción.
Y después de reconocer al Cesar lo que es del Cesar, queda el fallo que más condiciona la película, y es el poco acertado reparto. A pesar de que Ethan Hawke cumple de manera más que aceptable con su papel de policía, dos de los personajes más importantes de la trama quedan completamente deslucidos por la labor de sus interpretes. El primero es el psicologo al que da vida David Thewlis, que no solo resulta antipático (esto puede ser la intención de su director...), sino también plano y escasamente creible: más que un psicologo, lo que vemos en la película parece un actor interpretando a un
psicologo... Pero esto podría haberse llegado a aceptar si el personaje sobre el que se sustenta la película, no estuviera tan nefastamente interpretado por Emma Watson. Ella sola se basta y se sobra para hundir todas y cada una de las escenas en las que aparece: no resulta digna de pena cuando debería serlo ni ambigua cuando la historia lo requiere. Y lo que es peor, se le ve el plumero desde el principio a su personaje, desarticulando así toda la efectividad que podría tener la trama. Sé que las comparaciones son odiosas, pero tengo que reconocer que no podía evitar pensar en como Rosemund Pike interpretaba un personaje parecido en la magistral "Perdida", quedando su interpretación a años luz de la paupérrima labor que ofrece la ya crecida Hermione...


Amenabar ha vuelto al thriller, pero a pesar de que no entrega su peor trabajo, no alcanza el nivel de su opera prima y termina por dejar al espectador insatisfecho. Ojala siga haciendolos, pero de mejor manera. Esta claro que puede.