sábado, 27 de julio de 2013

Películas para ocasiones (IV): "La humanidad en peligro"

Muchos os preguntaréis si hoy es el día mundial de la hormiga o algo así, pero no. En esta ocasión se trata de algo más personal y es que en nuestra casa todos los años en primavera/verano tenemos una invasión de hormigas. Y a mí me llevan los demonios. La única que las disfruta es nuestra gata, que esta encantada acabando con ellas. Pero a pesar de la amenaza felina, las cabronas de las hormigas son multitud y proliferan hasta que les echamos veneno.

Todo este desbarre viene a cuento por que esta situación me trae a la cabeza la mejor película sobre como acabar con hormigas que he visto en mi vida: “La humanidad en peligro”. Aunque llevaba tiempo queriendo verla, no fue hasta hace unos meses que la vi. Siempre había oído que era una pequeña joya, y que había sido una de las principales influencias (no reconocida) de James Cameron a la hora de escribir y realizar una de las mejores secuelas de la Historia del Cine “Aliens. El regreso”. Solo por eso, merecía echarle un vistazo para comprobarlo. Y la verdad es que, una vez vista, puede asegurar que los dos comentarios están justificados.

Dos policías de Nuevo Mexico encuentran a una niña vagando por las carreteras del desierto. La niña parece estar en shock, y lo único a lo que responde es a un extraño ruido de origen desconocido. Al investigar, los policías encuentran que la caravana donde la niña estaba con su familia ha sido arrasada por algo bastante grande y que deja huellas inexplicables. Otras ruinas de ataques como estos comienzan a aparecer sin una explicación clara, por lo que las autoridades envían a una pareja de científicos, padre e hija, para investigar las posibles conexiones entre estos ataques y los experimentos nucleares llevados a cabo en la zona.

Como se puede ver, el argumento es indudablemente hijo del pánico nuclear reinante en aquellos años de la Guerra Fria: el afán del hombre por realizar acciones cuasidivinas, siempre acaba generando monstruos. En esta época encontramos, como bien refleja el genial Peter Biskind en uno de sus artículos en el libro “Gods and Monsters”, dos tipos de películas de ciencia-ficción: las izquierdosas y las derechonas. En las primeras el ejercito es retratado como una horda de descerabrados con ansias de destrucción (como sería el caso de, por ejemplo “La cosa”) y en las segundas los que quedan retratados como culpables de los desaguisados son los científicos, que juegan a ser dioses, generando situaciones que solo pueden ser resueltas por el noble ejercito de Estados Unidos. Bueno pues esta entraría dentro de las derechonas, pero sin caer en maniqueísmo tan brutales, como los que presentaba, por ejemplo “Tarantula”, en la que los científicos eran auténticos mad doctors sin moral ni remordimientos y los militares la última línea de defensa antes ellos... Aquí los científicos son retratados de una manera bastante amable, gracias sobre todo a la simpática interpretación de Edmund Gwenn, que crea un personaje que queda a medio camino entre el profesor Tornasol y Abraham Van Helsing. Las fuerzas armadas, eso sí, son vistos como héroes sin dobleces.

Pero si por algo esta película funciona, es por lo bien contada que esta. La puesta en escena saca buen partido de los elementos que tenían a mano, con secuencias tan atmosféricas como la que da inicio a la cinta, el primer ataque (en el que no vemos a los bichos, solo los intuimos por el sonido), o la incursión final en las alcantarillas de Los Angeles, para acabar con el nido de insectos (¿Cuánta veces vería Cameron esta secuencia? Muchísimas…). Los efectos especiales, aunque tengan 60 años, la verdad es que quedan bastante resultones y aun a día de hoy, siguen sin ser risibles, lo que no es poco decir.

Esta es nuestra primera linea de defensa. Los lanzallamas y los helicopteros son la segunda...

Así que si alguien más está invadido por las hormigas en estas fechas, o si no lo está, pero quiere disfrutar de una agradable película de ciencia ficción añeja, que le eche un vistazo, que dudo que se arrepienta. Mientras, voy a ver si consigo acabar con estas malditas bestias


Cine en random (III): "El tesoro de la Sierra Madre"


Estoy aprovechando los ratos muertos de este verano para ir cubriendo carencias, tanto cinematográficas como literarias, y el otro día me vi por fin “El tesoro de la Sierra Madre”. Y la verdad es que me gustó bastante.
Dos americanos, Fred (Humprey Bogart) y Bob (Tim Holt), que malviven al borde de la indigencia en el México de los años 20 del pasado siglo, deciden asociarse con un viejo buscador de oro, Howard (Walter Houston Huston, padre del realizador) para irse a buscar oro a una zona de montañas muy remota, la Sierra Madre. Solo para llegar allí tendrán que sortear muchas dificultades que pondrán a prueba su capacidad de supervivencia. Pero lo pero empezará cuando empiecen a enriquecerse, ya que la avaricia será capaz de sacar lo peor de alguno de ellos.

Voy a empezar pisando algún cayo, y es que John Houston Huston (que por cierto hace un cameo dándole limosna en tres ocasiones al personaje de Bogart ¿un chiste secreto?) nunca me ha parecido un genio: sus películas tienen más o menos gracia según ocasiones, pero aun así, me parece imposible que nadie lo pueda poner a la altura de contemporáneos suyos (John Ford, Howard Hawks) auténticos creadores de formas cinematográficas. Es indudable que tiene algunas grandes películas en su haber, pero creo que está algo sobrevalorado, lo que seguramente se deba a la  fascinante vida que llevó, que daba para muchas películas... Pero claro, eso no me quita para disfrutar con maravillas como “La jungla de asfalto”, “La reina de África” o este “El tesoro de la Sierra Madre”, que quizás me haya parecido su mejor película de entre todas las que he visto.
Y es que tiene muchos puntos disfrutables. El primero de ellos es el guion, que logra insertar en una trama de aventuras reflexiones sobre la riqueza, la avaricia y el efecto que puede llegar a tener en las personas. Son merecidamente míticos los diálogos, con momentos inolvidables como la conversación sobre que es lo que realmente da valor al oro; o los encuentros con los bandidos mexicanos, capaces de ser a la vez hilarantes y generar mal rollo.
La labor de los actores es otra de los motivos de que esta película funcione. Si todos cumplen, los que roban la función son Bogart y Houston Huston. El primero gracias a lo bien que refleja
el proceso de corrupción moral que sufre su personaje, que puede ser visto como un antecesor de Gollum (ahí momentos en los que habla de si mismo en tercera persona que acojonan cosa mala…). Y el segundo por la entrañable labor que realiza dando vida a un viejo con una vida muy perra a sus espaldas y mucha sabiduría, pero que a pesar de ello no se muestra rencoroso con la vida y conserva la capacidad de ilusionarse.
Y luego esta la realización de Houston Huston, que también merece elogios. Y es que logra impregnar toda la película de un vigoroso tono aventurero (las tormentas de arena, el acoso por parte de los bandidos, los ataques de animales salvajes, los encuentros con las  tribus indigenas…) que no esta reñido con un estupendo retrato de personajes y una valiente inmersión en los rincones más oscuros del alma humana. En este aspecto, la película se puede ver como un prototipo de “El hombre que pudo reinar”, pero esta última, a pesar de contar con Connery y Caine, (probablemente los actores británicos más cañeros que han existido) y de adaptar a Kipling, no consigue emocionar como la aventura de los buscadores de oro que nos ocupa. Y luego está el final, irónico y descreído, pero a la vez esperanzador. Sería difícil imaginar un cierre mejor para esta película.

En fin, una película estupenda y merecidamente mítica. No tiene perdón que no la haya visto hasta ahora. Así que voy construirme un latigo hecho de celuloide para fustigarme y purgar mis pecados…

jueves, 18 de julio de 2013

Larga vida y prosperidad


Aunque sea con un poco de retraso por aquello de las vacaciones estivales, por fin llegó el momento de ver “Star Trek. En la oscuridad”. Y al contrario que “El hombre de acero”, que también estaba incluida en nuestra lista de lo más esperado, en este caso las expectativas se han visto satisfechas.

Mientras el capitán Kirk es retirado del mando de la Enterprise por insubordinación al haber obedecido el reglamento de la flota estelar para salvar a Spock, un agente secreto renegado se dedica a sembrar el terror en la Tierra, atentando contra las más importantes sedes de la flota interestelar. Para atraparle volverán a poner a Kirk al frente de la Enterprise, que en esta ocasión se tendrá que enfrentar al mayor reto de su historia.


Pues tras el buen sabor de boca que dejo la primera entrega de este reinicio de “Star Trek”, que fue capaz de contentar a los trekkies y a la vez de lograr la entrega más disfrutable para aquellos que no sabían hacer el saludo vulcaniano, había bastantes ganas de ver que hacía J.J. Abrams con esta secuela. No solo por ver si era capaz de reverdecer los laureles de la primera entrega, sino también por comprobar si su buena mano en ella no había sido una casualidad (ya que hasta ahora era su película más redonda, digan lo que digan los fans de “M:I 3” y “Super 8”), y este hombre era capaz de sacar todo el partido al potencial que tiene entre manos. Si a esto le añadimos el morbo de saber que se va a encargar del próximo capítulo de cierta saga galáctica, estaba claro que su trabajo iba a ser mirado con lupa. Afortunadamente, ha cumplido y los fans galácticos y demás aficionados, pueden (podemos) soltar un suspiro de alivio.

La historia está aceptablemente bien trabajada. Es capaz de insertar una reflexión política de lo más interesante y desarrolla las relaciones entre los personajes, con secuencias de diálogos con bastante fuerza para tratarse de un blockbuster. La trama no se ha limitado a repetir el esquema del anterior episodio, ni tampoco se ha dedicado a estirar ideas que ya no daban de sí, lo que es de agradecer. Hay también bastantes elementos de humor bien dosificados que en ningún momento le restan potencia a la trama dramática ¿Os ha quedado claro futuros guionista de la secuela de “El hombre de Acero”? Además se han tomado el trabajo de construir un villano con bastantes claroscuros, y que por momentos despierta más simpatías en el espectador que los buenos de la función. Y es que Abrams, que no será un genio, pero si que es un tío bastante listo, ha tenido el ojo de fichar a Benedict Cumberbatch, uno de los actores más
fascinantes del momento, para dar vida al villano. Y claro un actorazo así es capaz de hacer brillar hasta el más torpe de los guiones. Momentos como su conversación mientras esta enterrado en la celda (y que recuerda mucho a la también esplendida secuencia del interrogatorio de “Los Vengadores”), son fascinantes. Con esto no quiero decir que el resto del reparto esta mal: en absoluto. Todos hacen un trabajo más que digno.

La realización de Abrams cumple con su función de ilustrar de la mejor manera posible la película. Los que busquen sus huellas autorales, o sus tics, (tachese lo que no guste) encontraran varios: el iniciar con una secuencia fuerte; esos reflejos en la lente de la cámara; los secretos de algún personajes; las traiciones… Además es innegable que es capaz de realizar de manera bastante competente tanto las secuencias emotivos como las momentos de acción. Aparte de ello hay que reconocer la buena labor de los efectos especiales, y la, como casi siempre, estupenda banda sonora de Michael Giacchino.

Luego esta el tema de las secuencias de acción. Aquí hay algún momentazo y otros que ni chicha ni limoná. Entre los primeros están: la primera secuencia, espectacular y vibrante, que trae a la memoria el inicio de “En busca del arca perdida”; los dos ataques de Harrison, muy bien rodados y con guiños (por increíble que pueda parecer) a “El padrino III”; o la secuencia del salto entre naves, muy bien realizado y con un suspense bien llevado. Entre los momentos más rutinarios estaría la secuencia de batalla en Kronos, demasiado confusa, o la pelea final, que, aunque espectacular, le queda algo desangelada.

Afortunadamente, esta película confirma que aún no está todo perdido en lo que a películas de verano se refiere: a pesar de patinazos varios (vease "El hombre de Acero" o un poco menos "After Earth"), aun hay gente empeñada en hacer cien de consumo digno y entretenido ("Iron Man 3" o esta misma). No es la repanocha, ni la salvación del cine, ni nada especial, pero tampoco son los peores mimbres para empezar a acometer el futuro de "Star Wars". No me puedo resistir a acabar con este ironico hipotético poster...




martes, 9 de julio de 2013

La fantasmación es la solución


Si alguien que no haya visto "After Earth" se ha dignado a leer la entrada, se estará preguntando que narices es eso de la fantasmación. Bueno, pues es lo que hacen los personajes de la película para evitar que un monstruo que rastrea el miedo pueda dar con ellos. Para lograrlo, en la película se dice que lo hay que hacer es no tener miedo a algo que no está en el presente y que puede ser que nunca ocurra. Por mucho que apesta a new age, no es un mal consejo del todo, y es una pena que Shyamalan no lo haya seguido del todo, ya que parece por momentos demasiado pendiente en contentar a la platea, y eso  hace que finalmente la cosa no despegue.

La historia nos situa 1000 años en el futuro, con la población humana viviendo en otro planeta debido a la sobreexplotación de la Tierra. Para conquistar ese planeta, el ser humano tuvo que hacer frente a sus anteriores habitantes, y vencer a unos criaturas monstuosas, los ursas, que son ciegos, pero detectan a los humanos por las feromonas que se segrega cuando se tiene miedo. Solo un soldado, Cypher (Will Smith) aprendió la manera de anular el pánico y gracias a él se consiguió vencer. Pasados unos años, su hijo Kitai (Jaden Smith) aspira a seguir la estela de su padre, pero no logra controlar el miedo y su relación con él no es buena. Siguiendo el consejo de la madre, el padre se lo lleva a una misión. Pero la nave en la que van sufre daños y se estrella en la Tierra, quedando como únicos supervivientes Cypher (malherido e inmovilizado) y Kitai. Su única manera de salir de allí será que el hijo encuentre una baliza que se desprendió de la nave y dé la señal para que acudan en su búsqueda. Para ello deberá atravesar 100 kilómetros de un planeta Tierra que se ha convertido en una trampa infinita para el ser humano.

Ya en la sinapsis se ve que se dedica bastante tiempo para describir un ambiente de ciencia-ficción que en última instancia aporte poco a la película. Y es que esta película es, a fin de cuentas, un survival, y es cuando más se acerca a este género cuando la película encuentra los mejores momentos. La ambientación futurista queda bastante metida con calzador para poder hacer alarde de efectos especiales y darle un envoltorio más vistoso a la película. Y a mí parecer esto es uno de los errores en los que ha incurrido Shyamalan, ya que en su carrera nunca había necesitado hasta ahora hacer alarde de infografía para lograr atmósferas fantásticas fascinantes. De hecho, la visualización que hace de ese mundo futuro es bastante pedestre, con escaso sentido de la maravilla. Eso no quita para que tenga ideas visuales muy brillantes, porque el Shaymalan que asombró al mundo con “El sexto sentido”, “El protegido” y “Señales” aun es capaz de lograr buenas secuencias: la persecución de los monos; el ataque a los polluelos y la posterior relación con el pájaro, que acaba con una imagen bellísima y muy emotiva; o los flashbacks que visualizan un episodio truculento de la infancia del muchacho, intercalado en la conversación que mantienen padre e hijo al borde del precipicio, quizás la más emotiva del relato. Aun así, también hay que reconocer que hay ideas desaprovechadas: el momento en el que Kitai dibuja el recorrido que le queda en una cueva junto unas pinturas rupestres, que es visto casi de pasada a pesar del enorme potencial que posee; la escasa relevancia que se le dan a los restos de la presencia humana en la Tierra; o el enfrentamiento contra el ursa  (que por cierto parece primo hermano del monstruo de “The host”…) y que esta resuelto con corrección y poco más. Aquí también me gustaría decir que esa Tierra tan hostil de la que hablan en el tráiler y en la película, termina quedando algo descafeinada: no se ven peligros tan tremendos como quieren vender, pero no porque quieran transmitir la sensación que el miedo y la anticipación son siempre peores que lo que de verdad viene luego, sino porque en pocos momentos se consigue generar el desasosiego que pide la cinta.

Luego esta otro de los problemas, que es el protagonista Jaden Smith. Porque que nadie se lleve a engaño (aunque la campaña publicitaria si que busca engañar al potencial espectador): el protagonista es el hijo de Will Smith, quedando el príncipe de Bel Air reducido a un rol secundario. Que nadie espere ver aquí secuencias de supervivencia similares a las de la estimable “Soy leyenda”: el objetivo aquí es perpetuar a la estirpe de los Smith en la cumbre del Star-System yanqui. Y sintiéndolo mucho, a este chico le falta mucho para alcanzar no ya el carisma (dudo que lo tenga nunca) sino la solvencia interpretativa de su progenitor. Y si, no habéis leído mal: Will Smith me parece un actor más que aceptable.

A pesar del innecesario envoltorio de ciencia-ficción y de la pobre labor del protagonista, la película se disfruta, pero se siente como una decepción viniendo de quien viene. Si la película hubiera estado ambientada en nuestra época y se hubiera prescindido de toda la parafernalia futurista, al invertirse menos dinero, seguramente el director habría tenido más manga ancha para desplegar su poderío visual. Ojala Shyamalan haya tenido ya suficientes efectos digitales para un largo tiempo y vuelva convertirse en ese consumado narrador de fantasías intimistas que tantas veces ha demostrado que puede ser.

domingo, 7 de julio de 2013

Periodismo cinematográfico del bueno

La falta de valor de algunos editores y/o la vagancia de los lectores ibéricos, hace necesario que en ocasiones tengamos que dejar la pereza que da leer en inglés a un lado para encontrar libros como este “Gods and monsters”, de Peter Biskind.

Este autor, que cualquiera que se precie de disfrutar el cine debería conocer, hace unos años nos regaló dos de las crónicas más lúcidas que se han escrito sobre el cine americano moderno: “Moteros tranquilos, toros salvajes”, sobre la generación de autores que en los 70 cambio Hollywood para siempre Coppola, Scorsese, Spielberg, De Palma, Hasby, Hiller, Friedkin, Bogdanovich, Lucas; y “Sexo, mentiras y Hollywood” sobre el auge del cine independiente en general, y de Miramax y Sundance en particular. Pues tras bastante tiempo de esperar a que alguien se decidiera a publicar por aquí más trabajos suyos, me cansé y pedí que me los regalasen para las pasadas Navidades. Y por la magia de vichy tea cup y the book depository (no me pagan nada de verdad, es que esta página es la caña, de verdad...), y tras unos meses (demasiados) enfrascado en otros menesteres, por fin me he terminado el primero de ellos, una recopilación de artículos escritos a lo largo de los últimos 40 años que no tiene desperdicio.

Por su naturaleza compilatoria, encontramos artículos de lo más variado: se habla de la “La ley del silencio” y su carácter autobiográfico dentro de la vida de su realizador, Elia Kazan, en relación a la delación que hizo durante la Caza de Brujas de McCarthy; hay jugosas disgresiones sobre “El cazador” de Cimino, que es vista como una alegoría homosexual, algo que vista la vida posterior de su realizador, adquiere matices fascinantes; otros artículo habla sobre la lectura política de la primera trilogía de “Star Wars”, que es vista como anti-Guerra de Vietnam y anti-Nixon y a la par que ensalza el mundo oriental con personajes auténticamente zen, como Yoda; o de como las películas de Indiana Jones presentan un marcado tono colonialista; la carga política presente en las cintas de ciencia ficción producidas en los 50 y 60, y como las había de izquierdas, de derechas y centristas; y también reflexiona sobre el posicionamiento política que se puede encontrar en la crítica cinematográfica, sobre todo en el trabajo de dos de los críticos más importantes de EE.UU. junto con el recientemente fallecido Roger Ebert, Pauline Kael y Andrew Sarris.

Jon y Barbra: Este tio empezó de peluquero y llegó a directivo de estudio... Así nos va.
Y luego entrando en un ámbito más de cotilleo, hay jugosos artículos dedicados, entre otros, a: la vida y suicidio de Don Simpson, (responsable de algunas de las cosas más horteras que se hicieron en los 80); la complicada personalidad de Terrence Malick, sobre el que hay un estupendo artículo que habla de su vida en el tiempo que transcurrió entre “Dias de cielo” y “La delgada línea roja”… Aunque quizás los que más he disfrutado han sido los que hablan de dos agente míticos de dos épocas cruciales de Hollywood. El primero de ellos es Charles Feldman, que fue el hombre que gestionó la carrera de gente como Lauren Bacall, Howard Hawks o John Wayne y que inició el principio del fin de las condiciones leoninas que los estudios tenían sobre los interpretes. Y la otra es Sue Mengers, que gestionó la carrera de varios interpretes y directores durante la época dorada del “New Hollywood”: Robert Redford, Gene Hackman, Sidney Lumet, Brian De Palma, Paul Newman, Bob Fosse, y sobre todo, Barbra Streisand. Lo más jugoso de la historia es la relación que tuvo con esta última, en la que se explaya bastante, y que descubre cosas como que el, durante un tiempo, poderosísimo productor Jon Peters (“Batman”, “Rainman”, “Flashdance”) inició su carrera siendo ¡¡¡peluquero!!! Pero tuvo el ojo (y los arrestos, porque no decirlo...) de hacerse novio de la Streisand, y de ahí fíjate como medró el tío.
Fijaos como se relama ante el jugoso librito...
Los que no hayan leído a esta autor se sorprenderán por su estilo, capaz de tratar temas ciertamente espesos de manera muy ágil, aunando crítica cinematográfica, ensayo sociopolítico e irónico cotilleo de una manera inigualable. Hay que reconocer que de primeras, la manera tan política que tiene de encarar los temas resulta en ocasiones un tanto chocante por lo rebuscado de las conexiones que establece, pero se perdona si tenemos en cuenta que este hombre se formó culturalmente en los 60 donde todo tenía (o simplemente debía tener) un cariz político: el cine, la literatura, la música y hasta el amor y el sexo. Lo único malo que se puede decir del libro es que es una pena que el libro no incluya fotícos, ya que sería muy jugoso ver reflejados algunos de los momentos que refleja en esta obra.

En fin, un libro interesante para cualquier amante del cine y una oportunidad para leer buen periodismo cinematográfico, algo que se antoja cada vez más difícil, sobre todo si uno no se anima a leer en inglés, por que leer a día de hoy bastantes (alguna se salva…) de las revistas cinematográficas más celebres en español, es una  experiencia bastante ingrata. No se pero leyendo este libro me venía a la cabeza Joan Baez, así que aquí os dejo con la mítica canción que hizo con el maestro Morricone:

viernes, 5 de julio de 2013

Y este año disco nuevo...(XVIII): Jay-Z


Si el anterior músico que estuvo por aquí fue Kanye West, hoy le toca a su mentor: Shawn Carter a.k.a. Hova a.k.a. Izzo a.k.a. Hovito a.k.a Jay-Z. A pesar de ser una estrella a nivel mundial, aquí aun hay que dar explicaciones para que la gente sepa quien es, aunque por lo menos, al ser marido de Beyoncé, pues lo conoce más gente. Este es su primer trabajo en solitario en cuatro años, aunque claro teniendo en cuenta todas las colaboraciones-producciones-y-demás-proyectos, tampoco es que nos haya dado mucho tiempo a echarle de menos. Aun así, viendo la carrera que tiene detrás, que estrene álbum es algo por lo que alegrarse.
La historia de este hombre es la de un hombre hecho a sí mismo, que en poco más de 10 años pasó de vender droga por las esquinas de Nueva York a formar junto a su esposa mantecosa Beyonce, la pareja más rentable del show-business mundial. Pero no hay que olvidar que además de un lince de los negocios, musicalmente es un fenómeno, capaz de rapear a la velocidad de la luz sin perder el ritmo en ningún momento, como de emocionar con un medio tiempo fascinante. Por eso vamos a hacer un repaso a su vida con los puntos álgidos de su vida y su carrera:
-Infancia: Nacido en 1969, no tuvo una infancia fácil, ya que fue criado junto a sus tres hermanos en unas casas sociales de Brooklyn únicamente por su madre después de que su padre saliera a buscar tabaco y no volviera más. Aunque consiguió acabar el instituto, a él lo que le gustaba era la música, y por eso se metió en el mundillo, apuntándose a todas las peleas de gallos posibles para intentar lograr un contrato discográfico. Al parecer, y según dice en sus canciones por aquella época, también se dedicaba a pasar crack, pero bueno, yo cogería esto con pinzas, dado el afán que tienen los raperos de parecer cuanto más macarras, mejor. Como no conseguía contrató, montó su propio sello discográfico independiente, Roc-a-fella, que pocos años más tarde entraría en los anales de la historia por pasar a ser el que más discos numero uno ha tenido en el Billboard americano.
-Primeros trabajos musicales: Entre 1996 y 1999 sacó cuatro discos, que si bien en EE.UU. no funcionaron mal de ventas, si que lograron muchas alabanzas por parte de la crítica. Lo más llamativo de esta época es, sin duda, su condenda a tres años de libertad condicional, entre otros motivos, apuñalar a un directivo discográfico por el que se sentía estafado en un club de Manhattan, o los enfrentamientos verbales que tuvo con 2Pac, que acusó a Jay-Z y su troupe de ser los responsables de un tiroteo que casi acaba con su vida. Con dos cojones. Así se arreglan las cosas, si, señor.

-Su obra maestra: En 2001, y coincidiendo con el hundimiento de las Torres Gemelas, Jay-Z editó el disco que le convertiría en referente inexcusable de la década pasada: “The Blueprint”. Este trabajo es perfecto de principio a fin (bueno, igual sobra “Renegade”, junto a Eminem…), pero que además es capaz de gustar a los amantes del hip-hop y a los que no lo són, abriendo el camino, que luego transitaría entre otros su discípulo Kanye West, que también produjo algunas de las canciones de esta albúm. Esta lleno de pepinazos, pero igual las que más me mola sean “IZZO (H.O.V.A.)” con sample de los Jackson Five incluido.


-Consolidación como estrella: A partir de 2002 entra en barrena y genera una producción practicamente masiva. En 2002, la continuación de “The Blueprint”, en formato de disco doble (excesivo a todas luces), llamada en un alarde de originalidad “The Blueprint2: The Gift & The Curse”. Y además le dio tiempo a hacer un disco en colaboración con R. Kelly. En 2003 otro disco, “The Black Album”, tampoco toca el cielo, pero que incluye el trallazo “99 Problems”, con un video de Mark Romanek de los que hacen época. Y en 2004 tras realizar dos colaboraciones, una con Linkin Park y otra con R. Kelly de nuevo ¡¡Dice que se retira de los escenarios!! No se lo cree ni él...

-Regreso: Casi sin dar tiempo a añorarle, vuelve en 2006 con “Kingdom Come”, un disco pelín flojete para mí gusto. Pero es que su siguiente trabajo tampoco se hace esperar mucho, ya que en 2007 saca “American Ganster”, que es mejor que el anterior, e incluye cositas como “Roc Boys”. En 2009 entrega la tercera parte de “The Blueprint”, llamada ¡¡oh, sorpresa!! “The Blueprint 3”. Más alla de su vagancia a la hora de buscar nombres, hay que reconocer que el disco no el quedó nada mal, y que incluye unos cuantos pelotazos, como este "Run this town" con Kanye West y Rihanna colaborando. Y en 2011, regresa otra vez con "Watch the throne", del que ya hemos hablado aquí. En varias ocasiones, además.

Pero es que además de todo esto, le ha dado tiempo de descubrir artistas, cantar hasta con U2 (con un resultado bastante terrorífico), hacerse empresario deportivo, casarse y engendrar con Beyonce... Un no parar vamos. A ver en que lugar queda este disco, del que se adelanta un titulo que es todo un alarde de modestia, "Magna Carta Holly Grail"... Entre los colaboradores, los sospechosos habituales: Rick Rubin, Kanye West, Frank Ocean, Beyonce, Pharrell Williams... Aunque puede que aparecer alguna sorpresa, como esas declaraciones en las que dice haber estado escuchando rock de los 90 mientras preparaba el disco, o que incluya el estribillo de "Losing my religion" de R.E.M. en una de las canciones. En menos de una semana saldremos de dudas.