Hace poco, mirando las etiquetas
del blog, me di cuenta que aun no había escrito nada por aquí de uno de mis
directores de cabecera, Paul Verhoeven. Y eso era inaceptable, así que el otro
día decidí ponerle fin a esa anomalía y revisé “Desafío Total”. Y, aunque esta no es su mejor película (ese honor le corresponde a "El libro negro"), volví a
confirmar que el tiempo la esta tratando estupendamente, y que Verhoeven es una especie aun viva, pero en peligro de extinción (tristemente lleva ya 6 años sin
ofrecernos nada, y sin proyectos firmes en el horizonte…).

En el año 2084, Douglas Quaid
(Arnold Schwarzennager) es un trabajador de la construcción (de ahí el cuerpo
anabólico que gasta) que está obsesionado con visitar el planeta Marte, que a
mediados del siglo XXI fue colonizado para explotar las minas de un compuesto
muy valioso, el turbinio. Ya que su mujer Lori (Sharon Stone) se niega a hacer
ese viaje, decide acudir a una empresa llamada Rekall, que a petición del
cliente inserta recuerdos falsos de todo lo que el cliente quiera. Quaid decide
que le inserten recuerdos relativos a una trama espacial conspiranoica llena de
dobles identidades, ruinas de civilizaciones alienígenas y luchas rebeldes. Al empezar el proceso de inserción de los
recuerdos algo se tuerce. Y al despertarse, se encuentra en un taxi, sin saber
como ha llegado hasta allí. Pero lo extraño solo acaba de empezar, su mejor
amigo y su mujer intentan matarle. Desconcertado y sin saber quien es en
realidad, Quaid emprenderá un viaje a Marte (aconsejado por gente que dice
conocerle pero que el no recuerda) con la intención de aclarar quien es y cual
ha sido realmente su vida.

A pesar de no ser un cineasta
perfecto, Verhoeven es uno de los autores que es capaz de insertar ironía y
múltiples interpretaciones en cualquiera que sea el proyecto que asuma, y en
este caso, alcanza el culmen de su carrera en EE.UU. El guión de esta película,
basado en un relato corto de Phillip K. Dick, llevaba muchos años dando vueltas
por los despachos de Hollywood y había pasado por las manos de gente tan
diversa como Bruce Beresford o David Cronenberg. Hasta que cayó en manos del
director holandés, que había ganado crédito e la ciencia-ficción gracias al
triunfo económico y crítico (este último solo parcialmente, que la prensa nunca
ha sido benevolente con él) de “Robocop”, su anterior película.
Aunque había llegado a la
historia de rebote, el director encontró como asidero a la historia el miedo a
la despersonalización y a la locura, algo que no le era ajeno en absoluto. Y es
que, como refleja Tomas Fernández Valentí en el imprescindible libro “Paul
Verhoeven. Carne+Sangre”, durante su juventud tuvo un episodio psicótico
propiciado por una situación estresante, durante el cual padeció alucinaciones
y perdió el contacto con la realidad. Afortunadamente se recuperó de él sin
secuelas,

sobre todo, como el mismo reconoce, gracias al apoyo de su esposa,
psicóloga de profesión. Pues gracia a eso, convirtió lo que en principio solo
era un vehículo de lucimiento para Schwarzennager en una fascinante recorrido
por el miedo a la locura y a la pérdida de la personalidad, con un final totalmente ambiguo. Y esto lo
logra sobre todo gracias a detalles de la puesta en escena, que en ocasiones
puede llegar a parecer hasta soez, pero que, si se indaga un poco, se muestra
mucho más trabajada, sofisticada y llena
de detalles maliciosos que trascienden las macho-movies ochenteras.
Estas son algunas de los cosas
que más me gustan de este peliculón:

- El aire violento y excesivo aire
que posee la película a partir del momento en que visita la agencia de sueños. Buena muestra es el tiroteo que sucede tras sobrevivir al ataque de su esposa y
su mejor amigo, toda una pesadilla de carne y sangre, con cadáveres siendo
utilizados como escudos, que enrarece lo que hasta ese momento había sido algo
más o menos normal, adentrándonos en un terreno mucho más ambiguo en el que
dejamos de sentirnos seguro como espectador.

- Como no podía ser de otra
manera tratándose de Verhoeven, la manera de retratar a las mujeres. Aunque
algún estrecho mental lo haya calificado de machista, las mujeres del cine de
Verhoeven siempre han destacado por ser aguerridas y decididas, huyendo del
tópico de mujer frágil a rescatar. Buena muestra de ello son las dos chicas de
la película, una morena (Rachel Ticotin) y una rubia (Sharon Stone). Son de
todo menos complacientes y apocadas. Son impagables las secuencias de lucha
entre ambas, o las que enfrentan al matrimonio que forman la Stone y
Schwarzennager (riete tu de “La guerra de los Rose”…). Y tampoco falta la mujer
que se cambia el color de sus uñas con
un puntero digital, una alusión a las armas femeninas que (casi) nunca falta en
el cine de Verhoeven.

- Las referencias sexuales.
También una constante en el cine del holandés. Es un momentazo la llegada al barrio rojo de
Marte, que bien podía ser el del Amsterdam natal del director, lleno de
prostitutas (¿¿¿quien no se acuerda de la mujer de las tres tetas???, seres
deformes y rebeldes. Y es que con esto Verhoeven nos muestra la escasa fe que
tiene en la condición humana: por mucho que pasen los años y en cualquier mundo
seguirán existiendo los guetos y los lupanares en los que las clases
desfavorecidas tendrán que sobrevivir como puedan. Sharon Stone también genera otro
momento jugoso, como aquel en el que uno de los agentes que quieren matar a
Quaid le hace una referencia a “los deberes conyugales” a los que ha tenido que
hacer frente para hacerse pasar por su mujer, a su auténtica pareja,
interpretado por el siempre malcarado Michael Ironside, que está a puntito de
pegarle un tiro…

- Las soluciones de puesta en
escena y encadenados que realiza. Una secuencia que se me quedó grabada a fuego
es aquella en la que siguiendo las indicaciones que se da a sí mismo desde una
grabación que él no recuerda haber realizado, Quaid se
inserta una especie de
pinza por la nariz que le extrae del tirón el sensor del tamaño de una pelota
de ping-pong por el que le siguen el rastro, y que es una muestra de dos de los
delirios más recurrentes de en los trastornos mentales, control y paranoia o
persecución, y a su vez, una representación de una lobotomía (no olvidemos
que esta fue una manera tristemente popular para tratar este tipo de
problemas). Pero la brillantez de la secuencia no acaba allí, ya que al poco la
imagen de Quaid en el televisor queda salpicada por sangre de unas ratas
tiroteadas (¡¡!!). Lo que en principio
podía parecer una excusa para aumentar la hemoglobina del producto y hacerlo
más cañero, es una brillante manera de
vaticinar que el futuro del protagonista va a estar marcado por la sangre. Con
la llegada a Marte no baja el nivel y además de la ya mítica secuencia de la
cabeza explosiva, esta el espectacular y muy descriptivo movimiento de cámara
que va desde Quaid en el tren que le lleva a la colonia de Marte, hasta el pico
de la mina de turbinio, ligando íntimamente el destino de ambos. O ese momento
en los que pasa de un plano de los peces
que han caído de una acuario asfixiados al quedar al aire, a otro al que
vemos a los rebeldes a los que se les ha cortado el suministro de oxigeno
agonizando. También me gusta mucho el que se use el holograma que duplica al que lo lleva para despistar a los enemigos, un inteligente modo de mostrar la psique fragmentada de Quaid ¿Que mejor arma podía tener un hombre que posee dos personalidades?

- Y como no, el final, abierto a todo tipo de interpretaciones ¿hemos visto una película de acción en la que el héroe triunfa sobre todas las dificultades? ¿O acaso hemos presenciado el delirio de un pobre hombre que ha perdido la cabeza?
Además de todo esto, a nivel técnico es impecable, pero entre todos los apartados destaca la ya mítica partitura que elaboró Jerry Goldsmith y la estupenda labor de Rob Bottin en el maquillaje, algo que a día de hoy, es un arte practicamente perdido entre tanto efecto digital...
Como se ha podido ver, me encanta esta historia de ciencia-ficción, y si me pongo a buscarle un fallo, pues el único que le puedo encontrar son los chistes malos de Schwarzennager, que nunca podían faltar en una película de este tipo de aquellos años.
Ya se que el año pasado hicieron un remake, y aunque me gusta Colin Farrell, aun no he reunido valor para echarle un vistazo. Y es que me cuesta imaginar esta historía sin la mirada irónica y provocadora del genio holandés...