Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada, a
Soshana, la única superviviente de una familia de judíos franceses se le
presenta la oportunidad de vengarse de los judíos y en particular de Hans
Landa, el brillante y cruel oficial de las SS conocido como " El Cazajudios"
que acabó con los suyos. Por otra parte, el ejercito norteamericano infiltra en
las lineas enemigas un escuadrón conocido como "Los Bastardos". Este
comando, capitaneado por el oficial indio-judío Aldo Raine tiene un único
objetivo: matar nazis.


Sé que lo he dicho más veces, pero ahí va de nuevo:
Tarantino da lo mejor de sí cuanto más se acerca los géneros, tanto a nivel
de escritura como de realización. Sus películas más flojas me parecen
"Pulp Fiction" y "Jackie Brown". No son malas películas,
pero a estas dos cintas yo les encuentro un exceso de afán por decir "aquí estoy yo". Con
chispazos brillantes. Pero ombliguismo a fin de cuentas. Afortunadamente, con
"Kill Bill 1&2" dejó de lado eso y todo mejoró. Alcanzando
su cumbre (por ahora, que espero que siga por esta senda) con "Malditos
Bastardos" y "Django desencadenado".

Voy a empezar con lo que me chocó en su día y que hizo de su primera visión una experiencia muy divertida pero algo frustrante. Es la estructura teatral que tiene la trama, una losa que lastra muchas de las películas de este hombre. No me cuesta mucho imaginar una representación teatral de esta obra en cinco actos. Por momentos, parece que el director va directamente a las partes que le divierten o en las que se sabe fuerte, dejando de lado la progresión de la trama. Hay que reconocer que no se trata de algo que el director haya ocultado en sus obras, que casí siempre están dividas en bloques, o capítulos con título y todo. Es una decisión personal y respetable (Tarantino firma la película) y hasta cierto punto lógica, viniendo de un creador que ha hecho del mash-up cinematográfico la razón de ser de su carrera, pero que a mí me saca a veces de sus películas: el ritmo se resiente, y la trama queda menos fluida. Este problema se nota sobre todo en "Kill Bill", que en su separación por capítulos, que a la vez delimitan los distintos géneros que quería rememorar, la quita cohesión a la historia. Aquí afortunadamente, el número de capítulos es menor que en "Kill Bill", (porque el numero de géneros que revisita es menor), y esa sensación disminuye. Esta tendencia a hacer cambios radicales de tono sería aun menor en "Django desencadenado" que le quedó más homogénea. En el buen sentido.
Y siguiendo con el tema de los géneros, aquí está el otro
punto que me hizo en su día no disfrutar todo lo que debía de esta película. Y
es que tras oír a Tarantino diciendo a diestro y siniestro a cualquier
micrófono que le acercaran, que sus referentes habían sido "Aquel maldito
tren blindado" (de la que retomo el título que tuvo esta cinta en su
estreno norteamericano...), "Doce del patíbulo", "Los cañones de
Navarone" o "El desafío de las aguilas", uno esperaba encontrarse
una película de comandos en la Segunda Guerra Mundial pasada por el personal prisma
de este hombre. Y de eso en esta película hay poco. O por lo menos, menos de lo que yo esperaba. Porque que nadie se lleve a engaño: no estamos ante una cinta bélica. La ambientación en la Segunda Guerra Mundial es un marco para ambientar y llevar al espectador a un sitio icónico en el que Tarantino puede jugar con él. La cita que abre la película ya es una declaración de principios, con ese "Erase una vez en la Francia ocupada...". Y el poco interés por el rigor histórico que demuestra a lo largo de la cinta, lo confirma. Poco le interesa la historia. Lo que quiere es contarnos una película de suspense. Y muy buena además.

atraviesa los muros es inconfundible) y Leone (esa dilatación del tiempo es inconfundible). Después de esto tendremos otras secuencias en este estilo, no tan bien resueltas pero casí: la reyerta en el bar (que por un pelo no queda anulada por un exceso de duración); el primer encuentro entre Soshana y Hans Landa; y la secuencia final en la que confluyen todas las subtramas que se han ido mostrando y Tarantino hace su homenaje definitivo al cine. Y no sería justo reconocerle ignorar otros buenos momentos, que funcionan a pesar de no ser set pieces: la secuencia en la que se presenta a "El Oso Judio" (sorprendentemente bien interpretado por Eli Roth) a ritmo de Ennio Morricone; o la divertida y cinéfila (de manera implícita y explícita) secuencia en los cuarteles británicos, en la que encontramos a un Mike Myers irreconocible, y al mítico protagonista de "Los pájaros", Rod Taylor, dando vida al mismísimo Winston Churchill.


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Se me ha hinchado la cabeza de ver películas de Tarantino... |