Muchos os preguntaréis si hoy es
el día mundial de la hormiga o algo así, pero no. En esta ocasión se trata de
algo más personal y es que en nuestra casa todos los años en primavera/verano tenemos
una invasión de hormigas. Y a mí me llevan los demonios. La única que las
disfruta es nuestra gata, que esta encantada acabando con ellas. Pero a pesar
de la amenaza felina, las cabronas de las hormigas son multitud y proliferan
hasta que les echamos veneno.
Todo este desbarre viene a cuento
por que esta situación me trae a la cabeza la mejor película sobre como acabar con hormigas que
he visto en mi vida: “La humanidad en peligro”. Aunque llevaba tiempo queriendo
verla, no fue hasta hace unos meses que la vi. Siempre había oído que era una
pequeña joya, y que había sido una de las principales influencias (no
reconocida) de James Cameron a la hora de escribir y realizar una de las
mejores secuelas de la Historia del Cine “Aliens. El regreso”. Solo por eso,
merecía echarle un vistazo para comprobarlo. Y la verdad es que, una vez vista,
puede asegurar que los dos comentarios están justificados.
Dos policías de Nuevo Mexico
encuentran a una niña vagando por las carreteras del desierto. La niña parece
estar en shock, y lo único a lo que responde es a un extraño ruido de origen
desconocido. Al investigar, los policías encuentran que la caravana donde la
niña estaba con su familia ha sido arrasada por algo bastante grande y que deja
huellas inexplicables. Otras ruinas de ataques como estos comienzan a aparecer
sin una explicación clara, por lo que las autoridades envían a una pareja de
científicos, padre e hija, para investigar las posibles conexiones entre estos
ataques y los experimentos nucleares llevados a cabo en la zona.
Como se puede ver, el argumento
es indudablemente hijo del pánico nuclear reinante en aquellos años de la
Guerra Fria: el afán del hombre por realizar acciones cuasidivinas, siempre
acaba generando monstruos. En esta época encontramos, como bien refleja el
genial Peter Biskind en uno de sus artículos en el libro “Gods and Monsters”,
dos tipos de películas de ciencia-ficción: las izquierdosas y las derechonas.
En las primeras el ejercito es retratado como una horda de descerabrados con
ansias de destrucción (como sería el caso de, por ejemplo “La cosa”) y en las segundas
los que quedan retratados como culpables de los desaguisados son los
científicos, que juegan a ser dioses, generando situaciones que solo pueden ser
resueltas por el noble ejercito de Estados Unidos. Bueno pues esta entraría
dentro de las derechonas, pero sin caer en maniqueísmo tan brutales, como los
que presentaba, por ejemplo “Tarantula”, en la que los científicos eran
auténticos mad doctors sin moral ni remordimientos y los militares la última
línea de defensa antes ellos... Aquí los científicos son retratados de una
manera bastante amable, gracias sobre todo a la simpática interpretación de
Edmund Gwenn, que crea un personaje que queda a medio camino entre el profesor
Tornasol y Abraham Van Helsing. Las fuerzas armadas, eso sí, son vistos como
héroes sin dobleces.
Pero si por algo esta película
funciona, es por lo bien contada que esta. La puesta en escena saca buen
partido de los elementos que tenían a mano, con secuencias tan atmosféricas
como la que da inicio a la cinta, el primer ataque (en el que no vemos a los
bichos, solo los intuimos por el sonido), o la incursión final en las
alcantarillas de Los Angeles, para acabar con el nido de insectos (¿Cuánta
veces vería Cameron esta secuencia? Muchísimas…). Los efectos especiales,
aunque tengan 60 años, la verdad es que quedan bastante resultones y aun a día
de hoy, siguen sin ser risibles, lo que no es poco decir.
Esta es nuestra primera linea de defensa. Los lanzallamas y los helicopteros son la segunda...
Así que si alguien más está
invadido por las hormigas en estas fechas, o si no lo está, pero quiere
disfrutar de una agradable película de ciencia ficción añeja, que le eche un
vistazo, que dudo que se arrepienta. Mientras, voy a ver si consigo acabar con
estas malditas bestias…
Estoy aprovechando los ratos
muertos de este verano para ir cubriendo carencias, tanto cinematográficas como
literarias, y el otro día me vi por fin “El tesoro de la Sierra Madre”. Y la
verdad es que me gustó bastante.
Dos americanos, Fred (Humprey
Bogart) y Bob (Tim Holt), que malviven al borde de la indigencia en el México
de los años 20 del pasado siglo, deciden asociarse con un viejo buscador de
oro, Howard (Walter Houston Huston, padre del realizador) para irse a buscar oro a una
zona de montañas muy remota, la Sierra Madre. Solo para llegar allí tendrán que
sortear muchas dificultades que pondrán a prueba su capacidad de supervivencia.
Pero lo pero empezará cuando empiecen a enriquecerse, ya que la avaricia será
capaz de sacar lo peor de alguno de ellos.
Voy a empezar pisando algún cayo,
y es que John Houston Huston (que por cierto hace un cameo dándole limosna en tres
ocasiones al personaje de Bogart ¿un chiste secreto?) nunca me ha parecido un
genio: sus películas tienen más o menos gracia según ocasiones, pero aun así,
me parece imposible que nadie lo pueda poner a la altura de contemporáneos
suyos (John Ford, Howard Hawks) auténticos creadores de formas
cinematográficas. Es indudable que tiene algunas grandes películas en su haber,
pero creo que está algo sobrevalorado, lo que seguramente se deba a la fascinante vida que llevó, que daba para
muchas películas... Pero claro, eso no me quita para disfrutar con maravillas
como “La jungla de asfalto”, “La reina de África” o este “El tesoro de la
Sierra Madre”, que quizás me haya parecido su mejor película de entre todas las
que he visto.
Y es que tiene muchos puntos disfrutables.
El primero de ellos es el guion, que logra insertar en una trama de aventuras
reflexiones sobre la riqueza, la avaricia y el efecto que puede llegar a tener
en las personas. Son merecidamente míticos los diálogos, con momentos
inolvidables como la conversación sobre que es lo que realmente da valor al
oro; o los encuentros con los bandidos mexicanos, capaces de ser a la vez
hilarantes y generar mal rollo.
La labor de los actores es otra
de los motivos de que esta película funcione. Si todos cumplen, los que roban
la función son Bogart y Houston Huston. El primero gracias a lo bien que refleja
el proceso de corrupción moral que sufre su personaje, que puede ser visto como un
antecesor de Gollum (ahí momentos en los que habla de si mismo en tercera persona
que acojonan cosa mala…). Y el segundo por la entrañable labor que realiza
dando vida a un viejo con una vida muy perra a sus espaldas y mucha sabiduría,
pero que a pesar de ello no se muestra rencoroso con la vida y conserva la
capacidad de ilusionarse.
Y luego esta la realización de
Houston Huston, que también merece elogios. Y es que logra impregnar toda la película
de un vigoroso tono aventurero (las tormentas de arena, el acoso por parte de
los bandidos, los ataques de animales salvajes, los encuentros con las tribus indigenas…) que no esta reñido con un
estupendo retrato de personajes y una valiente inmersión en los rincones más
oscuros del alma humana. En este aspecto, la película se puede ver como un
prototipo de “El hombre que pudo reinar”, pero esta última, a pesar de contar
con Connery y Caine, (probablemente los actores británicos más cañeros que han
existido) y de adaptar a Kipling, no consigue emocionar como la aventura de los
buscadores de oro que nos ocupa. Y luego está el final, irónico y descreído,
pero a la vez esperanzador. Sería difícil imaginar un cierre mejor para esta
película.
En fin, una película estupenda y
merecidamente mítica. No tiene perdón que no la haya visto hasta ahora. Así que
voy construirme un latigo hecho de celuloide para fustigarme
y purgar mis pecados…
Aunque sea con un poco de retraso
por aquello de las vacaciones estivales, por fin llegó el momento de ver “Star Trek. En la oscuridad”. Y al contrario
que “El hombre de acero”, que también estaba incluida en nuestra lista de lo más esperado, en este caso las expectativas se han visto satisfechas.
Mientras el capitán Kirk es
retirado del mando de la Enterprise por insubordinación al haber obedecido el
reglamento de la flota estelar para salvar a Spock, un agente secreto renegado
se dedica a sembrar el terror en la Tierra, atentando contra las más
importantes sedes de la flota interestelar. Para atraparle volverán a poner a
Kirk al frente de la Enterprise, que en esta ocasión se tendrá que enfrentar al
mayor reto de su historia.
Pues tras el buen sabor de boca
que dejo la primera entrega de este reinicio de “Star Trek”, que fue capaz de
contentar a los trekkies y a la vez de lograr la entrega más disfrutable para
aquellos que no sabían hacer el saludo vulcaniano, había bastantes ganas de ver
que hacía J.J. Abrams con esta secuela. No solo por ver si era capaz de
reverdecer los laureles de la primera entrega, sino también por comprobar si su
buena mano en ella no había sido una casualidad (ya que hasta ahora era su
película más redonda, digan lo que digan los fans de “M:I 3” y “Super 8”), y
este hombre era capaz de sacar todo el partido al potencial que tiene entre
manos. Si a esto le añadimos el morbo de saber que se va a encargar del próximo
capítulo de cierta saga galáctica, estaba claro que su trabajo iba a ser mirado
con lupa. Afortunadamente, ha cumplido y los fans galácticos y demás
aficionados, pueden (podemos) soltar un suspiro de alivio.
La historia está aceptablemente
bien trabajada. Es capaz de insertar una reflexión política de lo más interesante y desarrolla las relaciones entre los personajes, con secuencias
de diálogos con bastante fuerza para tratarse de un blockbuster. La trama no se
ha limitado a repetir el esquema del anterior episodio, ni tampoco se ha
dedicado a estirar ideas que ya no daban de sí, lo que es de agradecer. Hay
también bastantes elementos de humor bien dosificados que en ningún momento le
restan potencia a la trama dramática ¿Os ha quedado claro futuros guionista de
la secuela de “El hombre de Acero”? Además se han tomado el trabajo de
construir un villano con bastantes claroscuros, y que por momentos despierta
más simpatías en el espectador que los buenos de la función. Y es que
Abrams, que no será un genio, pero si que es un tío bastante listo, ha tenido
el ojo de fichar a Benedict Cumberbatch, uno de los actores más
fascinantes del
momento, para dar vida al villano. Y claro un actorazo así es capaz de hacer
brillar hasta el más torpe de los guiones. Momentos como su conversación
mientras esta enterrado en la celda (y que recuerda mucho a la también
esplendida secuencia del interrogatorio de “Los Vengadores”), son fascinantes.
Con esto no quiero decir que el resto del reparto esta mal: en absoluto. Todos
hacen un trabajo más que digno.
La realización de Abrams cumple
con su función de ilustrar de la mejor manera posible la película. Los que
busquen sus huellas autorales, o sus tics, (tachese lo que no guste)
encontraran varios: el iniciar con una secuencia fuerte; esos reflejos en la
lente de la cámara; los secretos de algún personajes; las traiciones… Además es
innegable que es capaz de realizar de manera bastante competente tanto las secuencias
emotivos como las momentos de acción. Aparte de ello hay que reconocer la buena
labor de los efectos especiales, y la, como casi siempre, estupenda banda
sonora de Michael Giacchino.
Luego esta el tema de las
secuencias de acción. Aquí hay algún momentazo y otros que ni chicha ni limoná.
Entre los primeros están: la primera secuencia, espectacular y vibrante, que
trae a la memoria el inicio de “En busca del arca perdida”; los dos ataques de
Harrison, muy bien rodados y con guiños (por increíble que pueda parecer) a “El
padrino III”; o la secuencia del salto entre naves, muy bien realizado y con un
suspense bien llevado. Entre los momentos más rutinarios estaría la secuencia
de batalla en Kronos, demasiado confusa, o la pelea final, que, aunque
espectacular, le queda algo desangelada.
Afortunadamente, esta película
confirma que aún no está todo perdido en lo que a películas de verano se
refiere: a pesar de patinazos varios (vease "El hombre de Acero" o un poco menos "After Earth"), aun hay gente empeñada en hacer cien de
consumo digno y entretenido ("Iron Man 3" o esta misma). No es la repanocha, ni la salvación del cine, ni nada especial, pero tampoco son los peores mimbres para empezar a acometer el futuro de "Star Wars". No me puedo resistir a acabar con este ironico hipotético poster...
Si alguien que no haya visto "After Earth" se ha dignado a leer la entrada, se estará preguntando que narices es eso de la fantasmación. Bueno, pues es lo que hacen los personajes de la película para evitar que un monstruo que rastrea el miedo pueda dar con ellos. Para lograrlo, en la película se dice que lo hay que hacer es no tener miedo a algo que no está en el presente y que puede ser que nunca ocurra. Por mucho que apesta a new age, no es un mal consejo del todo, y es una pena que Shyamalan no lo haya seguido del todo, ya que parece por momentos demasiado pendiente en contentar a la platea, y eso hace que finalmente la cosa no despegue.
La historia nos situa 1000 años
en el futuro, con la población humana viviendo en otro planeta debido a la
sobreexplotación de la Tierra. Para conquistar ese planeta, el ser humano tuvo
que hacer frente a sus anteriores habitantes, y vencer a unos criaturas
monstuosas, los ursas, que son ciegos, pero detectan a los humanos por las
feromonas que se segrega cuando se tiene miedo. Solo un soldado, Cypher (Will
Smith) aprendió la manera de anular el pánico y gracias a él se consiguió
vencer. Pasados unos años, su hijo Kitai (Jaden Smith) aspira a seguir la
estela de su padre, pero no logra controlar el miedo y su relación con él no es
buena. Siguiendo el consejo de la madre, el padre se lo lleva a una misión.
Pero la nave en la que van sufre daños y se estrella en la Tierra, quedando
como únicos supervivientes Cypher (malherido e inmovilizado) y Kitai. Su única
manera de salir de allí será que el hijo encuentre una baliza que se desprendió
de la nave y dé la señal para que acudan en su búsqueda. Para ello deberá
atravesar 100 kilómetros de un planeta Tierra que se ha convertido en una
trampa infinita para el ser humano.
Ya en la sinapsis se ve que se
dedica bastante tiempo para describir un ambiente de ciencia-ficción que en
última instancia aporte poco a la película. Y es que esta película es, a fin de
cuentas, un survival, y es cuando más se acerca a este género cuando la
película encuentra los mejores momentos. La ambientación futurista queda
bastante metida con calzador para poder hacer alarde de efectos especiales y
darle un envoltorio más vistoso a la película. Y a mí parecer esto es uno de
los errores en los que ha incurrido Shyamalan, ya que en su carrera nunca había
necesitado hasta ahora hacer alarde de infografía para lograr atmósferas
fantásticas fascinantes. De hecho, la visualización que hace de ese mundo futuro
es bastante pedestre, con escaso sentido de la maravilla. Eso no quita para que
tenga ideas visuales muy brillantes, porque el Shaymalan que asombró al mundo
con “El sexto sentido”, “El protegido” y “Señales” aun es capaz de lograr
buenas secuencias: la persecución de los monos; el ataque a los polluelos y la
posterior relación con el pájaro, que acaba con una imagen bellísima y muy
emotiva; o los flashbacks que visualizan un episodio truculento de la infancia
del muchacho, intercalado en la conversación que mantienen padre e hijo al borde del precipicio, quizás la más emotiva del relato. Aun así, también hay que reconocer que hay ideas desaprovechadas:
el momento en el que Kitai dibuja el recorrido que le queda en una cueva junto
unas pinturas rupestres, que es visto casi de pasada a pesar del enorme
potencial que posee; la escasa relevancia que se le dan a los restos de la
presencia humana en la Tierra; o el enfrentamiento contra el ursa (que por cierto parece primo hermano del monstruo de “The host”…) y que esta resuelto con corrección y poco más. Aquí también me gustaría decir que esa Tierra tan hostil de la que hablan en el tráiler y en la película, termina quedando algo descafeinada: no se ven peligros tan tremendos como quieren vender, pero no porque quieran transmitir la sensación que el miedo y la anticipación son siempre peores que lo que de verdad viene luego, sino porque en pocos momentos se consigue generar el desasosiego que pide la cinta.
Luego esta otro de los problemas,
que es el protagonista Jaden Smith. Porque que nadie se lleve a engaño (aunque
la campaña publicitaria si que busca engañar al potencial espectador): el
protagonista es el hijo de Will Smith, quedando el príncipe de Bel Air reducido
a un rol secundario. Que nadie espere ver aquí secuencias de supervivencia
similares a las de la estimable “Soy leyenda”: el objetivo aquí es perpetuar a
la estirpe de los Smith en la cumbre del Star-System yanqui. Y sintiéndolo
mucho, a este chico le falta mucho para alcanzar no ya el carisma (dudo que lo
tenga nunca) sino la solvencia interpretativa de su progenitor. Y si, no habéis
leído mal: Will Smith me parece un actor más que aceptable.
A pesar del innecesario
envoltorio de ciencia-ficción y de la pobre labor del protagonista, la película
se disfruta, pero se siente como una decepción viniendo de quien viene. Si la
película hubiera estado ambientada en nuestra época y se hubiera prescindido de toda la
parafernalia futurista, al invertirse menos dinero, seguramente el director
habría tenido más manga ancha para desplegar su poderío visual. Ojala Shyamalan
haya tenido ya suficientes efectos digitales para un largo tiempo y vuelva
convertirse en ese consumado narrador de fantasías intimistas que tantas veces
ha demostrado que puede ser.
La falta de valor de algunos
editores y/o la vagancia de los lectores ibéricos, hace necesario que en
ocasiones tengamos que dejar la pereza que da leer en inglés a un lado para
encontrar libros como este “Gods and monsters”, de Peter Biskind.
Este autor,
que cualquiera que se precie de disfrutar el cine debería conocer, hace unos
años nos regaló dos de las crónicas más lúcidas que se han escrito sobre el
cine americano moderno: “Moteros tranquilos, toros salvajes”, sobre la
generación de autores que en los 70 cambio Hollywood para siempre Coppola,
Scorsese, Spielberg, De Palma, Hasby, Hiller, Friedkin, Bogdanovich, Lucas; y “Sexo,
mentiras y Hollywood” sobre el auge del cine independiente en general, y de
Miramax y Sundance en particular. Pues tras bastante tiempo de esperar a que
alguien se decidiera a publicar por aquí más trabajos suyos, me cansé y pedí que me los regalasen para las pasadas Navidades. Y por la magia de vichy tea cup y the book depository (no me pagan nada de verdad, es que esta página es la caña, de verdad...), y tras unos meses (demasiados) enfrascado en otros menesteres, por fin me he
terminado el primero de ellos, una recopilación de artículos escritos a lo
largo de los últimos 40 años que no tiene desperdicio.
Por su naturaleza compilatoria,
encontramos artículos de lo más variado: se habla de la “La ley del silencio” y
su carácter autobiográfico dentro de la vida de su realizador, Elia Kazan, en
relación a la delación que hizo durante la Caza de Brujas de McCarthy; hay
jugosas disgresiones sobre “El cazador” de Cimino, que es vista como una
alegoría homosexual, algo que vista la vida posterior de su realizador, adquiere
matices fascinantes; otros artículo habla sobre la lectura política de la
primera trilogía de “Star Wars”, que es vista como anti-Guerra de Vietnam y
anti-Nixon y a la par que ensalza el mundo oriental con personajes
auténticamente zen, como Yoda; o de como las películas de Indiana Jones
presentan un marcado tono colonialista; la carga política presente en las
cintas de ciencia ficción producidas en los 50 y 60, y como las había de
izquierdas, de derechas y centristas; y también reflexiona sobre el posicionamiento
política que se puede encontrar en la crítica cinematográfica, sobre todo en el
trabajo de dos de los críticos más importantes de EE.UU. junto con el
recientemente fallecido Roger Ebert, Pauline Kael y Andrew Sarris.
Jon y Barbra: Este tio empezó de peluquero y llegó a directivo de estudio... Así nos va.
Y luego entrando en un ámbito más
de cotilleo, hay jugosos artículos dedicados, entre otros, a: la vida y
suicidio de Don Simpson, (responsable de algunas de las cosas más horteras que
se hicieron en los 80); la complicada personalidad de Terrence Malick, sobre el
que hay un estupendo artículo que habla de su vida en el tiempo que transcurrió
entre “Dias de cielo” y “La delgada línea roja”… Aunque quizás los que más he
disfrutado han sido los que hablan de dos agente míticos de dos épocas
cruciales de Hollywood. El primero de ellos es Charles Feldman, que fue el
hombre que gestionó la carrera de gente como Lauren Bacall, Howard Hawks o John
Wayne y que inició el principio del fin de las condiciones leoninas que los
estudios tenían sobre los interpretes. Y la otra es Sue Mengers, que gestionó la
carrera de varios interpretes y directores durante la época dorada del “New
Hollywood”: Robert Redford, Gene Hackman, Sidney Lumet, Brian De Palma, Paul
Newman, Bob Fosse, y sobre todo, Barbra Streisand. Lo más jugoso de la historia
es la relación que tuvo con esta última, en la que se explaya bastante, y que
descubre cosas como que el, durante un tiempo, poderosísimo productor Jon Peters
(“Batman”, “Rainman”, “Flashdance”) inició su carrera siendo ¡¡¡peluquero!!!
Pero tuvo el ojo (y los arrestos, porque no decirlo...) de hacerse novio de la
Streisand, y de ahí fíjate como medró el tío.
Fijaos como se relama ante el jugoso librito...
Los que no hayan leído a esta
autor se sorprenderán por su estilo, capaz de tratar temas ciertamente espesos
de manera muy ágil, aunando crítica cinematográfica, ensayo sociopolítico e
irónico cotilleo de una manera inigualable. Hay que reconocer que de primeras,
la manera tan política que tiene de encarar los temas resulta en ocasiones un
tanto chocante por lo rebuscado de las conexiones que establece, pero se
perdona si tenemos en cuenta que este hombre se formó culturalmente en los 60
donde todo tenía (o simplemente debía tener) un cariz político: el cine, la
literatura, la música y hasta el amor y el sexo. Lo único malo que se puede
decir del libro es que es una pena que el libro no incluya fotícos, ya que sería
muy jugoso ver reflejados algunos de los momentos que refleja en esta obra.
En fin, un libro interesante para cualquier amante del cine
y una oportunidad para leer buen periodismo cinematográfico, algo que se antoja
cada vez más difícil, sobre todo si uno no se anima a leer en inglés, por que
leer a día de hoy bastantes (alguna se salva…) de las revistas cinematográficas
más celebres en español, es una
experiencia bastante ingrata. No se pero leyendo este libro me venía a la cabeza Joan Baez, así que aquí os dejo con la mítica canción que hizo con el maestro Morricone:
Si el anterior músico que estuvo por aquí fue Kanye West, hoy le toca a su mentor: Shawn Carter a.k.a. Hova a.k.a.
Izzo a.k.a. Hovito a.k.a Jay-Z. A pesar de ser una estrella a nivel mundial, aquí aun hay que dar explicaciones para que la gente sepa quien es, aunque por lo menos, al ser marido de Beyoncé, pues lo conoce más gente. Este es su primer trabajo en solitario en cuatro años, aunque
claro teniendo en cuenta todas las
colaboraciones-producciones-y-demás-proyectos, tampoco es que nos haya dado
mucho tiempo a echarle de menos. Aun así, viendo la carrera que tiene detrás,
que estrene álbum es algo por lo que alegrarse.
La historia de este hombre es la
de un hombre hecho a sí mismo, que en poco más de 10 años pasó de vender droga por
las esquinas de Nueva York a formar junto a su esposa mantecosa Beyonce, la
pareja más rentable del show-business mundial. Pero no hay que olvidar que
además de un lince de los negocios, musicalmente es un fenómeno, capaz de
rapear a la velocidad de la luz sin perder el ritmo en ningún momento, como de
emocionar con un medio tiempo fascinante. Por eso vamos a hacer un repaso a su vida con los puntos álgidos de su vida y su carrera:
-Infancia: Nacido en 1969, no tuvo una infancia
fácil, ya que fue criado junto a sus tres hermanos en unas casas sociales de
Brooklyn únicamente por su madre después de que su padre saliera a buscar
tabaco y no volviera más. Aunque consiguió acabar el instituto, a él lo que le
gustaba era la música, y por eso se metió en el mundillo, apuntándose a todas
las peleas de gallos posibles para intentar lograr un contrato discográfico. Al
parecer, y según dice en sus canciones por aquella época, también se dedicaba a
pasar crack, pero bueno, yo cogería esto con pinzas, dado el afán que tienen
los raperos de parecer cuanto más macarras, mejor. Como no conseguía contrató,
montó su propio sello discográfico independiente, Roc-a-fella, que pocos años
más tarde entraría en los anales de la historia por pasar a ser el que más
discos numero uno ha tenido en el Billboard americano.
-Primeros trabajos musicales: Entre 1996 y 1999 sacó cuatro
discos, que si bien en EE.UU. no funcionaron mal de ventas, si que lograron
muchas alabanzas por parte de la crítica. Lo más llamativo de esta época es, sin duda, su condenda a tres años de libertad condicional,
entre otros motivos, apuñalar a un directivo discográfico por el que se sentía
estafado en un club de Manhattan, o los enfrentamientos verbales que tuvo con
2Pac, que acusó a Jay-Z y su troupe de ser los responsables de un tiroteo que
casi acaba con su vida. Con dos cojones. Así se arreglan las cosas, si, señor.
-Su obra maestra: En 2001, y coincidiendo con el
hundimiento de las Torres Gemelas, Jay-Z editó el disco que le convertiría en
referente inexcusable de la década pasada:
“The Blueprint”. Este trabajo es perfecto de principio a fin (bueno, igual
sobra “Renegade”, junto a Eminem…), pero que además es capaz de gustar a los
amantes del hip-hop y a los que no lo són, abriendo el camino, que luego
transitaría entre otros su discípulo Kanye West, que también produjo algunas de
las canciones de esta albúm. Esta lleno de pepinazos, pero igual las que más me
mola sean “IZZO (H.O.V.A.)” con sample de los Jackson Five incluido.
-Consolidación como estrella: A partir de 2002 entra en barrena y genera una producción practicamente masiva. En 2002, la continuación de “The
Blueprint”, en formato de disco doble (excesivo a todas luces), llamada en un alarde de originalidad “The Blueprint2:
The Gift & The Curse”. Y además le
dio tiempo a hacer un disco en colaboración con R. Kelly. En 2003 otro disco, “The Black Album”, tampoco toca el cielo, pero que
incluye el trallazo “99 Problems”, con un video de Mark Romanek de los que
hacen época. Y en 2004 tras realizar dos
colaboraciones, una con Linkin Park y otra con R. Kelly de nuevo ¡¡Dice que se
retira de los escenarios!! No se lo cree ni él...
-Regreso: Casi sin dar tiempo a añorarle, vuelve en 2006 con “Kingdom
Come”, un disco pelín flojete para mí gusto. Pero es que su siguiente trabajo tampoco se hace esperar mucho, ya que en 2007 saca “American Ganster”,
que es mejor que el anterior, e incluye cositas como “Roc Boys”. En 2009 entrega la tercera parte
de “The Blueprint”, llamada ¡¡oh, sorpresa!! “The Blueprint 3”. Más alla de su
vagancia a la hora de buscar nombres, hay que reconocer que el disco no el
quedó nada mal, y que incluye unos cuantos pelotazos, como este "Run this town" con Kanye West y Rihanna colaborando. Y en 2011, regresa otra vez con "Watch the throne", del que ya hemos hablado aquí. En varias ocasiones, además.
Pero es que además de todo esto, le ha dado tiempo de descubrir artistas, cantar hasta con U2 (con un resultado bastante terrorífico), hacerse empresario deportivo, casarse y engendrar con Beyonce... Un no parar vamos. A ver en que lugar queda este disco, del que se adelanta un titulo que es todo un alarde de modestia, "Magna Carta Holly Grail"... Entre los colaboradores, los sospechosos habituales: Rick Rubin, Kanye West, Frank Ocean, Beyonce, Pharrell Williams... Aunque puede que aparecer alguna sorpresa, como esas declaraciones en las que dice haber estado escuchando rock de los 90 mientras preparaba el disco, o que incluya el estribillo de "Losing my religion" de R.E.M. en una de las canciones. En menos de una semana saldremos de dudas.