Casey Newton es una joven optimista y apasionada de la ciencia, que mediante un pin que le transporta a Tomorrowland, un mundo paralelo tecnológicamente muy superior y aparentemente perfecto, verá su destino ligado a Frank Walker, un genial pero desencantado científico, que ha decidido recluirse en su casa.
Había ganas de ver la segunda propuesta en imagen real del interesante Brad Bird, que fue capaz de sacar a la saga "Misión: Imposible" de la tumba, tras realizar la mejor secuela de las tres que había tenido la gran película de Brian De Palma en su primera incursión fuera del cine de animación. Además durante toda la promoción había mantenido un aire enigmático, que, unido a que no se basa en nada previo (lo que la convierta casi en la única superproducción norteamericana plenamente original del año...), le ponían a uno los dientes largos.
Si algo confirma esta película, es que Bird es un narrador consumado, capaz de captar la atención como nadie desde el primer momento. Y eso que estamos hablando de una producción que esta narrada en flashback y tiene hasta tres planos narrativos distintos. Un ejemplo es el largo prólogo, que nos pone en antecedentes para la película, narrado con un sentido de la maravilla que no se recordaba desde ciertas películas de Spielberg y los mejores trabajos de la Pixar (a lo que contribuye bastante la banda sonora de Michael Giaccino, el John Williams de la nueva generación, y la fotografía de Claudio Miranda, que ya deslumbró con su trabajo en "El curioso caso de Benjamin Button" o "La vida de Pi"). Este sentido de la maravilla se mantiene durante el primer y segundo acto de la película, con excelentes secuencias: la primera incursión de Casey (una más que aceptable Britt Roberson) en Tomorrowland, resuelta en un plano secuencia de quitarse el sombrero y que es una forma muy bella de reflejar lo maravillada que está la muchacha ante ese nuevo mundo; el paso por la tienda de merchandising, lleno de guiños y homenajes a la ciencia ficción y la fantasía del siglo XX; la huida de casa del personaje que encarna Clooney; o el maravilloso tramo que trascurre en París, que genera un momento, que ya entra de pleno derecho en el Olimpo de las imágenes steampunk que ha dado el cine.
Bird maneja estupendamente todas las pistas del circo, hasta el tramo final, y aquí es cuando uno lamenta que detrás del guión encontremos entre otros a Damon Lindelof, un hombre que sabe parir ideas interesantes ("Perdidos" o esta misma cinta son confirmaciones de ello) pero que es incapaz de no ser engullido por ellas. Aunque la cosa empieza bien y presenta ideas que rozan lo brillante, como todo lo relativo al personaje de Athenea y su relación con Walker, siempre acaba liando la cosa hasta límites excesivos que dan al traste (en mayor o menor grado) con lo planteado previamente. En este caso ese problema surge en el climax del relato, momento en el que se enrevesa la cosa, con reflexiones metacinematográficas y científicas, que tienen su interés aunque no vengan mucho a cuento, pero que además son resueltas de una manera bastante simple y convencional. Además de desaprovechar a un actor excelente como Hugh Laurie. Y que conste que no estoy hablando de que no me convenza el final feliz y lleno de esperanza, ya que yo sabía a lo que iba al ver una película Disney, sino de la solución que se le da a ello. De cualquier manera la película deja buen sabor de boca, y aunque quizás se trate del trabajo más endeble de Bird, se hace muy entretenida y se agradece su originalidad.
Por último, no puede cerrar este texto sin una reflexión. Las imágenes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, utilizada para dar cuerpo a ese Tomorrowland en estado de preabandono, tienen un valor que solo será reconocido por el espectador patrio. Y es que se me ocurren pocas metáforas visuales mejores que la de este fascinante y megalomano monumento construido en los tiempos en los que el cielo parecía el límite para una economía que bullía espolada por el auge inmobiliario (auge también fomentado desde todas y cada una de las administraciones públicas), y que a día de hoy ha quedado convertido en un carísimo y doloroso recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Una ruina del Mundo del Mañana...
Muy cierto. Tendrían que titular la película "En el país de la burbuja inmobiliaria".
ResponderEliminarMe gustó Tomorrowland. Lástima que no le sacaran más partido a ese policía cibernético que parecía un Jim Carrey psicópata. Creo también que el epilogo final es algo edulcorado y desentona con el resto de la película que aconsejo ver en V.O. por la soberbia voz de Hugh Laurie.
Saludos!
Borgo.
Parece que coincidimos en la apreciación de la película como metafora de la crisis inmobiliaria...
EliminarYo no pude verla en vo, porque en mi ciudad no estrenan así, pero seguro que es una gozada
Saludos!!!
Hola!
ResponderEliminarLa peli tengo ganas de verla, me pica la curiosidad desde que vi el tráiler. A ver si la veo pronto y poder comentarla.
Saludos!
Pues aunque ha sido un fracaso, merece mejor suerte que la que ha tenido, así que anímate
EliminarSaludos!!!