lunes, 27 de abril de 2015

Ora et labora.


El padre James es el párroco de un pequeño pueblo irlandés. De vocación tardía, se ordeno sacerdote cuando se quedó viudo siendo ya padre de una hija, Un domingo recibe la confesión de un hombre, presumiblemente uno de sus parroquianos, que le avisa que en siete días acabará con él como venganza por los abusos sexuales que sufrió cuando era niño durante años por un sacerdote ya muerto. El futuro asesino reconoce que el padre James es un buen sacerdote, y que no lo merece, pero cree que es llamativo matar a un buen sacerdote que a uno malo. A partir de ese momento, James intentará poner paz en todos sus asuntos y saber quien es el autor de las amenazas.

El que persevera triunfa dicen algunos por ahí. Y en este caso se ha cumplido, ya que casi ¡un año y medio después! de que se dejara ver en festivales como Sundance, por fín se estrenó por aquí "Calvary", el segundo trabajo de John Michael McDonagh, que hace unos años llamó la atención con la simpática "El irlandés". Y aunque hay ciertas similitudes temáticas y visuales entre ambos trabajos, los que esperen un "El irlandés 2" se van a sentir bastante decepcionados. Y con esto no quiero decir que se trata de un mal trabajo, de hecho, es quizás hasta más redondo que "El irlandés", pero se trata de un trabajo menos complaciente y más arduo. Y eso que la película sigue manteniendo bastante humor y cierta estructura de western, a lo "Solo ante el peligro" que ya estaba en el trabajo previo.

Y es que el realizador londinense ha optado por dejar atrás (en parte, por lo menos) tramas estrámbóticas protagonizadas por personajes más estrafalarios aun  para fijar su atención en algo tan influyente en Irlanda como la Iglesia Católica, y más aun en en el ámbito rural como el que muestra la historia. Y aunque continua tirando del humor, entre negro y costumbrista para definir situaciones y personajes, el retrato que ofrece de la religión católica no es por ello menos certero. Muestra a los creyentes como gente más llevada por, llamemosla costumbre de ir a misa, llamemoslo el acto social que implica, o por el miedo a la muerte, que por auténtica Fé en algo que sirva de guía en la vida. Y esto no es culpa solo de los católicos, sino tambien de la Iglesia, que es mostrada como algo condenado a la desaparición: bien desde las altas esferas (que actuan con una ausencia de fervor insultante, vease sino las reuniones con el obispo...), bien en a pie de calle, con curas como el otro capellán de la parroquia de James, que es mostrado como un mero funcionario de la religión, sin ninguna empatía ni auténtico afán por cambiar nada (la secuencia en la que James le recomienda que se haga vendedor de seguros o contable mejor que sacerdote es muy reveladora...). Y no se puede olvidar que la espoleta de la trama son uno de los frecuentes casos de abusos sexuales cometidos dentro de la Iglesia. Eso sí, entre tanto encontramos al protagonista, hombre honesto, que fue, (y perdón por el chiste) cocinero antes que fraile, que cree en que el reconfortar a sus fieles a través de aquello en lo que el cree para hacer de su vida algo mejor es una obligación para él. Es consciente de la sociedad en la que vive y huye de moralismos y sermones vacíos. En este aspecto me trajo a la mente, salvando la distancias, al protagonista de "La piel del tambor", la novela de Arturo Perez Reverte. La sociedad actual no necesita santos, sino personas capaces de dar alivio a las almas de la gente, sea por la via que sea
Siendo este una tema un tanto espinoso, hay que reconocerle McDonagh el mérito de haber tratado de ser ecuanime sin caer en glorificaciones ni demonizaciones a la hora de describir los distintos personajes, logrando sortear con bastante éxito la caricatura, que es en lo que tan facilmente se puede caer cuando se tratan asuntos como este. Así además de las conversaciones que el personaje encarnado por Gleeson mantiene con los distintos parroquianos, a los que responde de manera llana y sin hacerse el estrecho, hay momentos muy emotivos como los paseos con su hija, en los que ambos desnudan sus sentimientos y reconocen los errores que  han cometido en su relación, o la relación del sacerdote con su perro. Aunque si que es cierto que este buen trabajo en lo relativo al desarrollo de personajes se hace a costa de dejar un poco de lado la parte de thriller de la historia, que a pesar de lo que indica la situación que sirve de detonante para toda la historia, queda en un segundo plano hasta el momento final. Uno podría llegar a entender que el sacerdote asume la amenaza con resignación y renuncia a hacer nada con ello, pero sin embargo, el realizador vuelve a ello cuando la historia parece atascarse, soltando pistas por aquí y por allá sin que se llegue a generar en ningún momento auténtica intriga por la identidad del autor de las amenazas.
Hasta este momento solo he escrito sobre el guión, y si me quedo en eso sería injusto, ya que la realización es también bastante interesante. En primer lugar saca bastante partido de los bellos paisajes irlandeses de la región de Sligo. No como mera postal turística, sino mediante elegantes planos de helicoptero, que vienen a asumir un punto de vista, llamemoslo celestial, y  elevan el tono espiritual de la película. Además también hace un buen uso del diseño de producción para definir el estado anímico de los personajes, como demuestra la austera habitación del sacerdote, o el hospital al que acude a dar una extremaunción fotografiado con tonos lugubres y casi fantasmagóricos. Además, el final, aunque fusila una idea de la excesiva "Magnolia" de P.T. Anderson, logra ser emotivo sin caer en la sensibleria.
Y por último la labor de los interpretes, que es otro de los pilares sobre los que se sustenta la película. La labor de Gleeson es impecable de principio a fin y cuesta imaginar a otro actor que hubiera sido capaz de mantener el peso de la cinta. Pero también merece la pena destacar el trabajo de secundarios como la guapísima y cada vez más presente en la pantalla Kelly Reilly, Chris O´Dowd o Aiden Gillen, famoso por dar vida a Meñique en "Juego de tronos".


Una película que confirma a McDonagh como un director a tener en cuenta, más incluso que su hermano, que fue el autor de "Escondidos en Brujas" y "Siete asesinos", y certifica que Brendan Gleeson es uno de los grandes del panorama actual. Y que aunque no termina de funcionar como thriller, se erige como una lúcida reflexión sobre el papel de la religión en la sociedad a día de hoy.

6 comentarios:

  1. Tengo muchísimas ganas de ver la peli. Ya te contaré. "El Irlandés", me encantó.

    Saludos!

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    1. Pues como ya digo, aunque el humor negro que tiene recuerda a "El Irlandés", se trata de una película bastante distinta. Aun así, merece bastante la pena, espero que la disfrutes si te animas.
      Saludos

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  2. Hoy me he pillado esta película -de la que ya me habían hablado bien- en mi videoclub. Sí, soy de esos raritos que no se bajan películas. Por cierto que me encanta ese cartel.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. Pues si que vas a ser una rara avis, si. Espero que la hayas disfrutado y no te olvides de devolverla, que te ponen recargo...
      En cuanto al cartel, lo encontré enredando en Google y me moló. Me alegro de que te haya gustado.
      Saludos

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  3. Excelente entrada. No sabía que había más de un McDonagh alumbrando celuloide. Lo que está claro es que ambos se juntan en la apreciación por Brendan Gleeson, sobre todo este Michael, que ya le dio protagonismo absoluto al actor en "El irlandés" y que por lo que te leo repite en esta "Calvary": si necesita que interpreten a un irlandés, éste es su hombre. La verdad es que es un actor excelente. Pienso que la primera vez que lo vi en un pantalla fue en "Braveheart" de Mel Gibson y desde entonces ha sabido ascender desde secundario de carácter hasta cabeza de cartel. No está nada mal.
    Saludos.

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    1. Desde luego que es un grande, y no me refiero solo a que parezca un oso. Puede con todo tipo de papeles y nunca defrauda. Por cierto, en algún sitio leí que empezó en la actuación a los 35 años, y que hasta entonces había sido maestro de escuela... Un caso claro de vocación tardía.
      Un saludo y gracias por los halagos.

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