En el año 1994 el director de la Guardia Civil Luis Roldán se puso en contacto con Francisco Paesa, espía y embajador para que le ayudara a huir de España y evadir el dinero que el alto cargo de Interior había ido sustrayendo a base de comisiones y robos a los fondos reservados. Todo lo que pasó desde ese momento hasta la detención de Roldán en febrero de 1995 es un misterio, sobre el que esta película arroja luz.
Continua Alberto Rodriguez desempolvando la historia reciente española por la vía del thriller.
Retomando la vertiente social primigenia del género negro, el realizador andaluz ha retratado de manera descarnada los 80 mostrando sin piedad la gestación del endiosado 1992 (la interesante pero irregular "Grupo 7"), y ha desposeido a la Transición del tono conciliador que los historiadores han querido imponerle en la magistral "La Isla Mínima". Ahora le toca el turno a los 90, que inmortaliza reflejando uno de los episodios más chuscos y delirantes de la democracia, cuyo protagonista, Francisco Paesa, curiosamente ha quedado confirmado con el tiempo como un auténtico pionero en el uso de influencias, cuentas en paraisos y blanqueo de dinero. Y también la perspectiva de los años han dado Roldan el título de visionario... al adelantarse más de 15 años a la moda de la realización de selfies en pleno desfase fiestero. Con mujeres desnudas, alcohol y hasta farlopa como atrezzo.
Al contrario que en sus dos películas previas, que iban más a lo íntimo, a la gentes a pie de calle, aquí Alberto Rodriguez eleva sus miras para retratar a los más altos en el escalafón social. Igualmente, el referente cinematográfico también cambia, aunque en toda su obra la vista se fije en el thriller norteamericano de los 70: si en "Grupo 7" y "La isla mínima" la referencia eran los ásperos y solitarios policiacos de Don Siegel y William Friedkin, "El hombre de las mil caras" fija su mirada en las intrigas de conspiraciones políticas de Pakula o Pollack. Pasado eso sí por el prisma ibérico de la picaresca, la mala uva y el egoísmo. Porque como bien dice un personaje de la película en determinado momento, eso es algo inherente a nuestro ADN. El "Lazarillo de Tormes" no se escribió en Dinamarca, sino en la Piel de toro...
Confirmado ya como un consumado narrador, Rodriguez opta por la sencilla pero eficaz treta narrativa de contar la historia desde el prisma de un personajes secundario de la trama, en este caso Jesús Camoes, muy bien incorparado por José Coronado. Esto le permite a los guionistas impedir que el espectador se pierda a lo largo de la alambicada trama mediante los apuntes que este personaje va introduciendo con voz en off. Pero no solo se sirven de este personaje como un asidero para el espectador, sino que al tratarse de alguien que iba siempre unos pasos por detrás en el intricado plan de Paesa, los autores se sirven de él para darle un vuelco con sorpresa en el último tercio de la cinta, sin caer en temibles sorpresas abracadabrantes que hagan tambalearse todo lo (excelentemente) construido hasta ese momento.
A nivel de puesta en escena, Rodriguez filma con un desparpajo y ligereza, herencia de los Fincher y Scorsese más desinhibidos, que hacen que, a pesar de la ingente cantidad de información que suministra, el espectador no se pierda y, además la película pase como un suspiro. Porque curiosamente, la cinta también introduce bastante humor. Retorcido y sutil como el propio Paesa, pero humor. Principalmente a través de la figura de Juan Alberto Belloch, pero sobre todo, Luis Roldán. Porque a es delincuente, opta por presentarlo como alguien sobrio, y serio, que no sonrie nunca, y aparentemente muy seguro de lo que hace y sin nada de que avergonzarse, y casi digno de pena (en las antípodas del retrato que dió mi añorado Vázquez Montalban en la curiosa "Roldan. Ni vivo ni muerto"...). Tengo que reconocer que esto fue lo que más me chirrió de la película cuando la estaba viendo, sobre todo en su primera mitad, ya que este personaje siempre me ha parecido alguien despreciable, un auténtico sinvergüenza, que dejo a la Guardia Civil con sus robos sin fondos para las pensiones de los huérfanos y viudas de los caídos en acto de servicio, o ni siquiera dinero echar gasolina en los coches para que pudieran patrullar. Los autores han optado por reflejar de primeras a Roldan tal y como este sujeto se veía a si mismo. Sin embargo, conforme va avanzando la trama van desperdigando detalles maliciosos que unidos con su situación final dejan claro su naturaleza avariciosa, mentirosa y prepotente. Aunque sería injusto reducir a esto el buen trabajo del realizador, ya que también logra introducir suspense y ambiguedad cuando la historia lo necesita.
Los actores están todos estupendos, con especial mención al siempre genial Eduard Fernandez, justo y necesario ganador de la Concha de Plata de San Sebastian al mejor actor. Incluso interpretes que no me suelen convencer, como Marte Etura o Carlos Santos, cumplen más que dignamente con su papel.
La factura de la película es intachable con una música minimalísta de Julio de la Rosa (que recuerda a los trabajos de Reznor y Atticus, para, de nuevo, Fincher), y una fotografía de Alex Catalan, que si bien no tiene un papel tan importante como en "La isla mínima", refleja muy bien con su uso de masas oscuras la turbiedad de las relaciones entre los personajes.
En definitiva, una estupenda película, que es desde ya el modelo a seguir para lo que debería ser el thriller político patrio, un género totalmente inexplorado. Y eso que cada vez que uno se asoma a un periódico, observa que hay materia prima de sobra...
Al contrario que en sus dos películas previas, que iban más a lo íntimo, a la gentes a pie de calle, aquí Alberto Rodriguez eleva sus miras para retratar a los más altos en el escalafón social. Igualmente, el referente cinematográfico también cambia, aunque en toda su obra la vista se fije en el thriller norteamericano de los 70: si en "Grupo 7" y "La isla mínima" la referencia eran los ásperos y solitarios policiacos de Don Siegel y William Friedkin, "El hombre de las mil caras" fija su mirada en las intrigas de conspiraciones políticas de Pakula o Pollack. Pasado eso sí por el prisma ibérico de la picaresca, la mala uva y el egoísmo. Porque como bien dice un personaje de la película en determinado momento, eso es algo inherente a nuestro ADN. El "Lazarillo de Tormes" no se escribió en Dinamarca, sino en la Piel de toro...
Confirmado ya como un consumado narrador, Rodriguez opta por la sencilla pero eficaz treta narrativa de contar la historia desde el prisma de un personajes secundario de la trama, en este caso Jesús Camoes, muy bien incorparado por José Coronado. Esto le permite a los guionistas impedir que el espectador se pierda a lo largo de la alambicada trama mediante los apuntes que este personaje va introduciendo con voz en off. Pero no solo se sirven de este personaje como un asidero para el espectador, sino que al tratarse de alguien que iba siempre unos pasos por detrás en el intricado plan de Paesa, los autores se sirven de él para darle un vuelco con sorpresa en el último tercio de la cinta, sin caer en temibles sorpresas abracadabrantes que hagan tambalearse todo lo (excelentemente) construido hasta ese momento.
Los actores están todos estupendos, con especial mención al siempre genial Eduard Fernandez, justo y necesario ganador de la Concha de Plata de San Sebastian al mejor actor. Incluso interpretes que no me suelen convencer, como Marte Etura o Carlos Santos, cumplen más que dignamente con su papel.
La factura de la película es intachable con una música minimalísta de Julio de la Rosa (que recuerda a los trabajos de Reznor y Atticus, para, de nuevo, Fincher), y una fotografía de Alex Catalan, que si bien no tiene un papel tan importante como en "La isla mínima", refleja muy bien con su uso de masas oscuras la turbiedad de las relaciones entre los personajes.
En definitiva, una estupenda película, que es desde ya el modelo a seguir para lo que debería ser el thriller político patrio, un género totalmente inexplorado. Y eso que cada vez que uno se asoma a un periódico, observa que hay materia prima de sobra...
Pues tiene una pinta excelente. Y la historia y los personajes, máxime sabiendo que están basados en hechos reales, tiene que ser muy interesantes.
ResponderEliminarAún no la he visto, pero me pondré con ello en cuanto pueda.
A mi, como creo que dejó claro, me ha encantado. Y el hecho de ser una historia real que hemos visto en los noticieros, luego le añade un plus.
EliminarSaludos
Hace unos días, en la filmoteca de mi cuidad presentó la película, el actor Murciano Carlos Santos. Después de la charla se proyecto el film. Lástima que no pude asistir. Porque me hubiera encantado haberle conocido y visto la cinta... pero bueno, cosas que pasan.
ResponderEliminarIntentaré ver la peli en cuanto me desocupe un poco.
Saludos!
Si que es una lástima que no fueras, porque la película está muy bien, y tu paisano está estupendo. Y mira que no se parecía en nada a Roldán...
EliminarSaludos